1.Introducción
El cambio que se produce en la Historia Moderna de Europa por el cual
se desencadena el paso desde una economía agraria y artesana
a otra dominada por la industria y la mecanización es lo que
denominamos Revolución Industrial. El término fue acuñado
por el historiador Arnold Toynbee para referirse al desarrollo económico
británico entre 1760 y 1840, aunque luego se le ha dado un
significado más amplio.
Los principales rasgos de la Revolución Industrial habría
que clasificarlos en tecnológicos, socioeconómicos y
culturales. Los cambios tecnológicos incluyen los siguientes:
el uso de nuevos materiales como son el hierro y el acero; de nuevas
fuentes de energía como el carbón y nuevas fuerzas motrices
como la máquina de vapor. Se inventarán nuevas máquinas
para hilar (spinning jenny) o para tejer (el telar mecánico)
que permiten un enorme incremento de la producción con un mínimo
gasto de energía humana. Surgirá una nueva forma de
organización del trabajo (factory system) que comporta la división
del trabajo y una mayor especialización de la mano de obra.
También deben destacarse las importantes mejoras de los transportes
(trenes y barcos de vapor) y la creciente interacción entre
la ciencia y la industria. Estos cambios tecnológicos supondrán
un vertiginoso incremento del uso de recursos naturales y de la producción
en masa de bienes manufacturados.
Fuera del campo industrial se producirán también importantes
cambios: mejoras en la agricultura que hará posible el suministro
de alimentos para una creciente población urbana, declive de
la tierra como principal fuente de riqueza con el creciente papel
que irán tomando la industria y el comercio internacional.
Entre los cambios sociales y culturales son destacables el crecimiento
de la población urbana, el desarrollo de la llamada clase obrera
y sus movimientos de protesta (el movimiento obrero), el espectacular
crecimiento de los conocimientos científicos y técnicos...
La industrialización ha supuesto el mayor cambio para la humanidad
desde la llamada "Revolución Neolítica".
Se ha procurado dar una visión general del Antiguo Régimen,
ante todo para que pueda entenderse la magnitud de los cambios que
supone la industrialización. Las causas de la industrialización,
aspecto muy polémico entre los estudiosos actuales y pasados
del fenómeno, están tratadas de un modo sintético
e integrador. La revolución agrícola y la de los transportes
pretende ser un breve catálogo de las principales innovaciones
técnicas en estos sectores sin exponer un calendario demasiado
preciso ni evaluar el impacto económico y social de estas nuevas
tecnologías. En la página dedicada a los sectores industriales
se sigue un enfoque muy clásico tratando primero el sector
textil y luego el siderúrgico. El apartado dedicado a los cambios
sociales se presta especial atención al nacimiento de un nuevo
grupo social de trabajadores industriales, a sus problemas y al inicio
del movimiento obrero. En la sección glosario se ha procurado
ampliar información sobre conceptos sociales y económicos,
así como sobre alguna de las innovaciones técnicas más
influyentes en esta Primera Revolución Industrial.
2. El Antiguo Régimen
Las enormes transformaciones económicas que conocerá
Europa (comenzando estos cambios Gran Bretaña) a partir del
siglo XVIII modificarán en gran medida un conjunto de instituciones
políticas, sociales y económicas vigentes en muchos
países desde al menos el siglo XVI que suelen denominarse como
El Antiguo Régimen. El nombre fue utilizado por primera vez
por dirigentes de la Revolución Francesa en un sentido crítico:
los revolucionarios pretendían terminar con todo lo que constituía
ese Antiguo Régimen. Aquí nos ocuparemos fundamentalmente
de los aspectos económicos, aunque dando también las
claves básicas para comprender las instituciones políticas
y sociales de esta época.
Política y sociedad en el Antiguo Régimen
En cuanto a la política la forma del estado durante el Antiguo
Régimen es la Monarquía Absoluta . El rey considera
que su poder es de origen divino (Dios ha delegado en él) y,
por tanto, ilimitado (sólo responden ante Dios). Los monarcas
absolutos concentran en sus manos el poder legislativo, el ejecutivo
y el judicial, mandan sobre el ejército y todas las instituciones
del estado. El estado en su conjunto (incluyendo sus habitantes-súbditos)
no son sino una propiedad personal del Rey.
Las sociedades del Antiguo Régimen se caracterizan por tener
una población estancada, sometida periódicamente a las
llamadas crisis de subsistencia, y que aún no han conocido
la revolución demográfica que hará crecer la
población europea a ritmos nunca antes conocidos. Se trata
de una sociedad formada por grupos muy cerrados: la sociedad estamental.
La sociedad estamental se caracteriza por la desigualdad legal entre
los diferentes grupos sociales o estamentos. De un lado distinguimos
el grupo de los Privilegiados, constituidos por la nobleza y el alto
clero, que poseían enormes riquezas provenientes de las rentas
de la tierra y gozaba de exenciones fiscales -estaban excluidos del
pago de varios impuestos-, eran juzgados según leyes distintas
a las del pueblo, y se reservaban los cargos más importantes
del ejército, la iglesia y el estado.
De otro lado tendríamos al estamento no privilegiado (o tercer
estado), que no era un grupo nada homogéneo, pues cabían
en él, desde ricos comerciantes y banqueros (que nada envidiaban
a la nobleza en cuanto a riqueza) hasta el más humilde de los
campesinos, pero que tenían en común el hecho de ser
quienes sostenían económicamente el país con
su trabajo, y el estado con sus impuestos. El tercer estado constituía
habitualmente 9/10 de la población, de ellos la mayoría
campesinos pobres.
La economía del antiguo régimen
Las economías tienen una fortísima base agraria: dos
tercios, incluso tres cuartos de la población se ocupan de
tareas agropecuarias. Se trata de una agricultura en general caracterizada
por su bajísima productividad, por estar dirigida al autoconsumo
(el campesino piensa fundamental en alimentarse directamente el mismo
y sus familias con el producto de sus tierras) y no a la comercialización,
y por la utilización de técnicas y herramientas que
apenas han conocido cambios en varios siglos: la utilización
del arado romano sigue siendo general en casi toda Europa y el mantenimiento
del barbecho (dejar sin cultivar cada año un tercio o la mitad
de las tierras para que esta recupere sus nutrientes) en la rotación
de cultivos como técnica de fertilización de las tierras.
Además en muchas zonas se conservan estructuras del llamado
régimen señorial típicas de la Edad Media: muchos
campesinos en teoría hombres libres, debían sin embargo
pagar impuestos a su señor (normalmente algún gran propietario
de la zona con un título de nobleza o algún cargo eclesiástico)
en forma de pagos en moneda, en especie (una parte de la cosecha)
o personal (trabajando gratis durante varias jornadas en las tierras
del señor). Además estos campesinos debían aceptar
la autoridad judicial del señor y estaban obligados a utilizar
(pagando) el molino o el lagar, e incluso a pedir su autorización
para casarse. Todavía en el siglo XVII en muchas zonas de Europa
esos campesinos tenían prohibido moverse de sus tierras y buscar
otro trabajo, obligación que heredaban sus hijos. Sin embargo
este sistema señorial se había debilitado con la peste
que diezmó la población europea desde fines del siglo
XIV : los señores debieron "aflojar" la presión
sobre los campesinos. En los siglos XV y XVI, con la mayor circulación
monetaria muchos campesinos cambiaron sus obligaciones por pagos en
dinero. Además las monarquías absolutas recortaron el
poder de los señores, en especial su capacidad para ejercer
justicia y cobrar impuestos. De esta manera, mientras en algunos países
del este de Europa el régimen señorial sigue vigente
de lleno, en Gran Bretaña ya casi ha desaparecido, lo que es
considerado por muchos historiadores como favorable para la modernización
de la agricultura y de la economía en general que se producirá
en este país a partir el siglo XVIII.
Esta economía agraria atrasada convive en muchas zonas con
un importante desarrollo urbano y comercial dinamizado por los grandes
descubrimientos geográficos pues, desde mediados del siglo
XV, exploraciones portuguesas y castellanas revolucionan el conocimiento
geográfico y científico en general, incorporando a la
cultura europea nuevas tierras, mares, razas, especies animales y
vegetales... Primero serán las costas africanas, luego el descubrimiento
de América, posteriormente las tierras del Pacífico,
de forma que a finales del siglo XVIII apenas quedaban por descubrir
el interior de África y las zonas polares. Pronto algunos países
europeos construirán enormes imperios coloniales basándose
en su superioridad técnica (armas de fuego) que servirán,
inicialmente, para animar el comercio europeo con inmensas cantidades
de oro y plata (monedas) y ya desde el siglo XVIII se incorporan enormes
plantaciones de tabaco y azúcar, que junto al comercio de especias
y a la trata de negros, servirán para enriquecer enormemente
a las burguesías mercantiles de algunos países europeos.
Pero este panorama de cambios hay que matizarlo, destacando, por ejemplo,
la pervivencia de los gremios dentro de las actividades artesanales:
los trabajadores de cualquier sector artesanal en una ciudad (zapateros,
tejedores, alfareros...) estaban obligados a formar parte de una organización,
el gremio, que controla toda la actividad que se desarrolle en esa
ciudad, de manera que las mercancías fabricadas en otros lugares
no puedan entrar en su ciudad. El gremio fijaba de una forma rígida
horarios, precios, salarios, herramientas, número de trabajadores
por taller..., e impedían cualquier avance técnico u
organizativo que pudiese dar ventaja a unos talleres sobre otros.
Por estas razones los nuevos regímenes liberales prohibirán
la existencia de gremios como organismos incompatibles con economías
basadas en el progreso tecnológico continuo que deriva de la
competencia y el libre mercado.
El comercio encontraba numerosos obstáculos a su desarrollo
como eran la existencia de multitud de aduanas interiores o la mala
calidad de los transportes terrestres que sólo mejorarán
con la construcción de los primeros ferrocarriles.
3. Causas de la Revolución industrial
La denominada Revolución Industrial tuvo su origen en Gran
Bretaña desde mediados del siglo XVIII. Uno de los aspectos
más discutidos del estudio de este proceso radica en la explicación
de por qué tuvo lugar primero en Gran Bretaña y no en
otros países. Se trata por tanto de pasar revista de una forma
sucinta a los principales rasgos de este país en los momentos
del "despegue" del proceso industrializador. A continuación
se exponen de manera esquemática algunos de los factores que
explican este hecho, procurando establecer comparaciones con la situación
de otros países del entorno europeo que no comenzarán
su industrialización hasta bien entrado el siglo XIX.
Factores políticos
Un régimen político estable, la monarquía liberal,
que desde el siglo XVII es el sistema político imperante (mientras
en otros países de Europa se refuerza la monarquía absoluta),
y que se mantiene libre de las revoluciones que aquejan a otros países
europeos.
Las numerosas guerras en las que se vio envuelto el Reino Unido durante
los siglos XVIII y XIX no provocaron daños en territorio británico.
La insularidad actuó en este sentido como una barrera de protección
a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra
que mantendrá su hegemonía mundial durante los siglos
XVIII y XIX.
La existencia de una moneda estable y un sistema bancario organizado:
el Banco de Inglaterra fue creado ya en 1694. Estas condiciones no
se darán en otros países europeos hasta finales del
siglo XVIII.
Factores sociales y económicos
Abundancia de capitales, procedentes, en parte, del dominio comercial
británico, pues desde el siglo XVII la marina mercante británica
en dura competencia con los holandeses se ha hecho con el control
de buena parte de los intercambios comerciales de otros continentes
con Europa. El comercio de productos como el te o el tabaco, y el
tráfico de esclavos, había permitido la creación
de enormes fortunas, en manos de comerciantes y banqueros. Este comercio
colonial proporcionaba a Gran Bretaña materias primas y mercados
donde vender sus productos manufacturados.
Incremento sostenido de la capacidad para producir alimentos por parte
de la agricultura británica que está conociendo un importante
desarrollo, la denominada revolución agraria, desde la aprobación
de leyes que permiten el cercamiento de las propiedades.
Existencia de una abundante mano de obra. La población británica
crece a gran ritmo a causa fundamentalmente de los cambios en la agricultura:
el suministro constante y creciente de alimentos va terminando con
las crisis demográficas. Parte de esa población en crecimiento
emigrará a las ciudades y formará la masa de los trabajadores
industriales.
La mayor libertad económica a causa de la debilidad relativa
con respecto a otros países de organismos como los gremios
que suponían un freno a cualquier innovación en las
actividades industriales. No es casual que fuese un británico,
el escocés Adam Smith, autor de La Riqueza de las Naciones,
quien hiciese la más destacada e influyente defensa de la libertad
económica: para Adam Smith la mejor forma de emplear el capital
para crear riqueza es aquella en la cual la intervención de
los gobiernos es lo más reducida posible. La mano invisible
del mercado asigna siempre de la forma más eficiente los recursos
económicos de un país.
Abundancia de emprendedores entre los comerciantes y los grandes propietarios
de tierra.
Una aristocracia que permite y premia las innovaciones y la creación
de riqueza, en contraste con la nobleza de otros países, más
tradicional, apegada a la tierra y que desprecia cualquier forma de
trabajo productivo.
Menor peso de los impuestos al comercio en el mercado interno: en
Gran Bretaña el peso de los impuestos interiores era muy reducido
comparado con otros países europeos donde era muy común
encontrarse aduanas interiores cada pocos kilómetros lo que
convertía al comercio en una actividad poco productiva. Puede
decirse que en Gran Bretaña existía ya un mercado nacional
que en otros países sólo existirá cuando se eliminen
las aduanas interiores y se cree una importante red de ferrocarriles.
Factores geográficos
Abundancia de hierro y, sobre todo, de carbón. El hierro se
encontraba en los Montes Peninos, mientras que el carbón abundaba
tanto en Inglaterra como en Gales y Escocia. De hecho, después
de tres siglos de explotación, Gran Bretaña sigue teniendo
enormes reservas de carbón. En las proximidades de las minas
de carbón se concentrará gran parte del potencial industrial
británico en especial con el nacimiento de una fuerte industria
siderúrgica básica para proporcionar metales baratos
para la construcción de máquinas, ferrocarriles, infraestructuras...
Fácil y constante suministro de agua como fuente de energía,
pues el clima, lluvioso, superando de promedio los 1.000 mm anuales
y sin estación seca, proporciona corrientes de agua numerosas
y constantes. La energía hidráulica desempeñará
un importante papel en los años previos a la difusión
de la máquina de vapor.
El factor “insular”: abundancia de puertos que facilitan
el comercio nacional e internacional. Este factor unido a la existencia
de muchos ríos navegables (y canales que se construirán)
favoreció la creación muy temprana de un mercado nacional
con las ventajas que supone contar con un mercado de gran tamaño
a la hora de acometer inversiones.
4. La revolución agrícola
Se entiende por revolución agrícola una serie de importantes
cambios sucedidos durante el siglo XVIII en los campos de Gran Bretaña.
A comienzos de este siglo la agricultura británica seguía
siendo en lo esencial muy tradicional: el utillaje (arados de madera,
hoces, azadas), el escaso uso de fertilizantes o la práctica
del barbecho formaban parte de las prácticas agrarias desde
hacía siglos.
Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII se generalizarán importantes
innovaciones:
Aparición de nueva maquinaria
La máquina sembradora del inglés Jethro Tull, auténtico
pionero de la agricultura científica y que diseñó
esta sembradora en los primeros años del siglo XVIII. Esta
nueva sembradora posibilita sembrar rápidamente y colocando
la simiente fácilmente en filas que hacen más simples
otras tareas agrícolas. Además la semilla se ubicaba
a una cierta profundidad que la alejaba del peligro que suponían
los pájaros y el viento para la siembra.
El arado de hierro que posibilita un laboreo más profundo y
efectivo. El nacimiento de una potente industria siderúrgica
que proporcione hierro barato y abundante será básico
para la mejora del utillaje agrario, que apenas había conocido
cambios desde tiempos de los romanos. La utilización de caballos
en lugar de bueyes acelerará los trabajos agrarios.
Las primeras segadoras y trilladoras, que permiten mejorar la productividad
de los trabajadores agrícolas. Las importantes mejoras en la
producción de hierro y acero los irán convirtiendo en
materiales asequibles para la fabricación de maquinaria agrícola
cada vez más compleja. Al principio utilizarán tracción
animal (como puede apreciarse en estas segadoras tiradas por caballos)
pero luego surgirán trilladores movidas con la máquina
de vapor, e incluso en los años finales del siglo XIX se fabricarán
tractores que movidos por vapor pueden ser considerados los antecedentes
de los tractores con motor de explosión que revolucionarán
la agricultura del siglo XX. Las nuevas máquinas además
de incrementar la productividad y por tanto abaratar el coste de los
alimentos, tendrán como efecto "liberar" mano de
obra que podrá ser empleada en la industria.
Surgimiento de una agricultura científica
Ensayos exitosos con nuevas rotaciones de cultivos que permitirán
eliminar el barbecho y disponer de importantes cantidades de materia
vegetal para el engorde del ganado. Pioneros como Lord Townshend introdujeron
la rotación cuatrienal: trigo, nabos, cebada, trébol.
La selección de nuevas especies de plantas que harán
crecer enormemente los rendimientos agrarios.
Aumenta el uso de fertilizantes. En primer lugar porque aumentó
la disposición de abono orgánico (estiércol),
que venía utilizándose tradicionalmente, a causa del
incremento de la ganadería. En segundo lugar porque se inicia
la utilización de fertilizantes artificiales.
El cerramiento de las propiedades
En Gran Bretaña hasta el siglo XVIII dominaba el sistema agrario
llamado de campos abiertos: recogida la cosecha se hacía un
aprovechamiento comunal de los pastos. Desde mediados del siglo XVII
se advierte un movimiento por el que muchos propietarios cercan sus
tierras y con ello adquieren un mayor control sobre los cultivos.
Los cercamientos harán posible las inversiones y las innovaciones:
hasta ese momento el sistema de campos abiertos obligaba a todos los
cultivadores a seguir los ritmos de la tradición (sembrar y
recolectar los mismos cultivos en las mismas fechas). Los cerramientos
tenderán también a concentrar las propiedades (que generarán
importantes tensiones sociales) en pocas manos: surgen grandes explotaciones
agrarias trabajadas por campesinos asalariados. Hacia 1870 cerca de
la mitad de las tierras británicas estaban en manos de unas
2.500 personas.
Los pequeños granjeros sin capital para cercar sus tierras
en muchos casos vendieron y hubieron de transformarse en arrendatarios,
jornaleros o emigrar a las ciudades. La mano de obra rural comienza
con ello su declive mientras crece la mano de obra industrial. Con
los cercamientos terminan también algunos rasgos medievales
del campesinado y así desaparece una estructura socioeconómica
basada en las obligaciones mutuas para ser sustituida por otra, capitalista,
con el dinero y el pago en metálico como base. En resumen puede
decirse que los cerramientos contribuyeron a hacer posibles y más
sencillas las mejoras agrarias y que con ello la agricultura se hizo
más eficiente y productiva para alimentar a una creciente población
urbana.
Las mejoras en la ganadera. Cría selectiva.
La cabaña ganadera británica no sólo creció
con el incremento de vegetales (alfalfa, trébol) resultado
de las rotaciones de cultivos que eliminan el barbecho, sino que también
mejoró con la generalización de la cría selectiva
a que se lanzarán diversos propietarios, una ganadería
"científica" que pretende la mejora de tamaño
y salud de las razas ganaderas tradicionales. Si durante cientos de
años los ganaderos habían mezclado animales con la esperanza
de mejorar la calidad de los animales, ahora se hace esto mismo, pero
de una forma más detallada y precisa, destacando el trabajo
de pioneros como Bakewell quien no sólo seleccionaba con gran
rigor los ejemplares, sino que guardaba cuidadosamente cartas genealógicas
de sus animales. Estos conocimientos fueron difundidos por medio de
libros o de boletines: ya desde los años finales del siglo
XVIII circulan boletines agrarios que obtienen una gran difusión.
De esta manera si hasta entonces las ovejas sólo eran valoradas
por su lana y el ganado bovino por su fuerza de trabajo, ahora el
interés se centra en crear razas productoras de carne. Entre
1700 y 1800 algunas razas de animales llegaron a multiplicar por tres
su peso promedio. Algunas de las nuevas variedades surgidas, como
las vacas Hereford se difundirán por medio mundo. La carne,
hasta entonces un alimento sólo al alcance de los más
ricos, se convertirá en un producto de consumo cotidiano para
amplias capas de población, contribuyendo con ello a importantes
mejoras en la alimentación que están detrás de
la llamada Revolución Demográfica.
5.
Los transportes
Introducción
Hoy sabemos que la modernización económica de un país
pasa entre otras cosas por una mejora en los transportes. Esta mejora
incide en una bajada general de costes en todos los sectores (se hacen
más productivos) y permite la creación de mercados amplios
(en el siglo XIX se hablará de crear un mercado nacional) que
hacen posible un mayor tamaño de las empresas y por tanto mayor
especialización y economías de escala.
Cabe preguntarse cual era la situación del Reino Unido al comienzo
de esta etapa en que se inicia la industrialización (comienzos
del siglo XVIII). En primer lugar debe destacarse el carácter
insular de Gran Bretaña. La isla principal donde encontramos
Inglaterra, Gales y Escocia, tiene una forma alargada: apenas hay
territorios que disten más de cien kilómetros del mar.
El clima lluvioso permite además la navegabilidad de muchos
de sus ríos. Además, durante la Era Moderna (siglos
XV al XVIII) Inglaterra se ha convertido en una gran potencia marítima,
superando las anteriores primacías de España y Portugal
y compitiendo con los holandeses en su dominio comercial de los mares.
Los puertos británicos pueden ser considerados en estos momentos
entre los más activos del mundo.
Carreteras y canales
Por estas razones podemos considerar que a comienzos del siglo XVIII
Gran Bretaña contaba con un aceptable sistema de transportes,
que verá enormes mejoras con la construcción de carreteras
y, sobre todo, de muchos kilómetros de canales, pensados fundamentalmente
para el transporte de mercancías pesadas, entre las que cabe
destacar el carbón que conoce en estos años un importante
aumento en su demanda ante la creciente escasez de madera. A finales
de este siglo el carbón será una de las piezas claves
de la industrialización británica. La construcción
de canales se convertirá en una verdadera fiebre de manera
que a comienzos del siglo XIX Gran Bretaña cuenta con más
de 3000 kilómetros de aguas navegables, de ellos una tercera
parte canales construidos por el hombre: mil kilómetros de
canales con la tecnología de la época deben ser considerados
como un esfuerzo notable.
Los canales redujeron enormemente el precio del transporte y su estacionalidad,
pues al contrario que los caminos, intransitables durante los largos
periodos de mal tiempo, los canales se encontraban útiles casi
todo el año.
El ferrocarril
Pero la verdadera revolución de los transportes vendrá
con la construcción de líneas de ferrocarril. La idea
de construir raíles de hierro por donde circulen vagones o
vagonetas era ya antigua, y se utilizaba en las cercanías de
las minas para transportar hasta un puerto de mar o hacia un canal
minerales como el carbón. Estos vagones eran arrastrados por
caballos o bueyes. La revolución vendrá cuando se piense
en utilizar una versión de la máquina de vapor “móvil”
que sea capaz de arrastrarse a sí misma y a un número
indeterminado de vagones de carga.
Hubo intentos claramente fallidos, como los que pretendieron la construcción
de automóviles movidos por una máquina de vapor (una
versión motorizada de los carruajes de la época) y que
debían circular por calles, carreteras y caminos: su lentitud,
su peso, su coste y su difícil manejo no los llevaron más
allá de la simple curiosidad, aunque debamos considerarlos
como antecedentes de los automóviles movidos con motores de
explosión que surgirán a finales del siglo XIX.
Quizás los primeros intentos de construir un ferrocarril con
locomotoras movidas con la energía del vapor sean aquellos
realizados para transportar el carbón desde las minas: muchos
de ellos también fracasaron por la fragilidad de unos raíles
ideados para vagones arrastrados por caballos y bueyes. Pero de la
evolución de estos prototipos saldrán los primeras locomotoras
viables como esta cuyo esquema reproducimos y que fue diseñada
por Richard Trevithick, ingeniero británico auténtico
pionero del ferrocarril, quien primero diseñó máquinas
de vapor de alta presión, y desde comienzos del siglo XIX varias
locomotoras capaces de arrastrar unas pocas toneladas de carga sobre
raíles. Sus desarrollos no fueron más allá de
simples exhibiciones, pero sirvieron para probar las capacidades del
ferrocarril.
Durante la primera y segunda décadas del siglo XIX fueron mejorando
las características de estas locomotoras (potencia, seguridad)
y se logró la construcción de raíles lo suficientemente
resistentes. En este contesto aparece la figura de George Stephenson,
responsable de la primera línea ferroviaria útil y,
que desde 1825 cubría el trayecto Stockton-Darlington transportando
carbón. En 1829 se puso en marcha un concurso para construir
una línea entre Londres y Liverpool. El ganador fue el propio
Stephenson con su locomotora The Rocket (el cohete, capaz de viajar
a unos 40 km/h) y así, desde 1830 se encuentra en funcionamiento
esta línea que transporta mercancías y pasajeros. Con
esta línea el ferrocarril demuestra su idoneidad para casi
todo tipo de transportes (hasta ese momento era concebido como un
sistema para llevar el carbón desde las minas a las ciudades),
incluyendo el movimiento de personas.
En las décadas siguientes el ferrocarril, se expandirá
por todo el mundo siguiendo muchas normas marcadas por Stephenson
(incluyendo su ancho de vía de 1,43 metros, con la excepción
de unos pocos países que, como España, prefirieron otra
anchura) convirtiéndose por su fiabilidad (sin que faltaran
espectaculares accidentes desde sus comienzos), precio y carácter
no estacional en el principal medio de transporte terrestre hasta
mediados del siglo XX, jugando un papel económico más
importante incluso en otros países que por su tamaño
(Estados Unidos, Rusia) o sus dificultades geográficas (España,
Suiza) no contaban con las relativas facilidades que sí tenía
el Reino Unido.
La navegación a vapor
Los primeros intentos registrados de mover un barco mediante una máquina
de vapor se producen en el último cuarto del siglo XVIII, pero
no será hasta los primeros años del siglo XIX cuando
un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, construya un barco propulsado
por una rueda movida con la fuerza del vapor. Estos primeros barcos
por sus características quedaron marginados a la navegación
fluvial y costera.
Habrá que esperar a las décadas centrales del siglo
XIX para que los barcos de vapor empiecen a desbancar a los veleros
que durante siglos se habían constituido en un medio de transporte
de mercancías y personas sin el cual es difícil entender
la llamada Era Moderna (los "Descubrimientos", el comercio
transoceánico, el colonialismo...). Para que esta sustitución
fuese posible el barco de vapor recibirá importantes mejoras:
la sustitución de la rueda por la hélice, la incorporación
de máquinas más eficientes, la construcción de
los barcos con casco de hierro. Con estas mejoras los barcos se hicieron
más manejables, no tenían que malgastar su capacidad
de carga acumulando enormes cantidades de combustible (o repostar
muy a menudo) y se convirtieron en más rápidos y seguros.
En las últimas décadas del siglo XIX los barcos de vapor
serán piezas insustituibles en fenómenos como el afianzamiento
de un mercado mundial o en los intensos procesos migratorios que llevaran
a varios millones de europeos a poblar Argentina, Australia o, sobre
todo, los Estados Unidos de América.
6. Los sectores industriales
Dos fueron los sectores destacados de la primera revolución
industrial: la industria textil por ser la primera donde se produjeron
los cambios que diferencian a una industria moderna de una actividad
artesanal, y la industria siderúrgica, cuyos productos revolucionaron
las demás actividades económicas.
La industria textil
La industria textil fue la primera en desarrollarse. De hecho la producción
de telas era desde hacía siglos una importante actividad económica
en Gran Bretaña, tanto de tejidos elaborados a partir de lana
(el sector más tradicional) como, más modernamente,
de algodón. Parte importante de esa producción era exportada
siendo Gran Bretaña uno de los mayores productores textiles
del mundo desde décadas antes de iniciarse la completa industrialización
del sector. Buena parte de esa producción se basaba en el llamado
Sistema Doméstico. Precisamente la industrialización
significará el paso progresivo de la producción artesanal
en el ámbito doméstico mediante la utilización
de herramientas o máquinas muy sencillas a la producción
en grandes factorías (factory system) con decenas de telares
movidos con energía hidráulica o por medio de máquinas
de vapor.
A lo largo del siglo XVIII la industria textil conocerá importantes
innovaciones técnicas. La mayor parte de las cuales serán
realizadas por artesanos sin especiales conocimientos científicos.
El estudio de estas innovaciones ha sido interpretado desde distintos
puntos de vista, el más sugerente de todos es aquel que considera
unos inventos como "respuesta" a los desequilibrios creados
por un invento anterior. La historia de esos desequilibrios permite
comprender uno de los aspectos esenciales de la industria moderna:
la innovación continua y acelerada, frente a técnicas
y herramientas artesanas que habían permanecido casi inmutables
durante siglos. En apenas cincuenta años unos pocos inventos
acabarán con herramientas centenarias y abrirán paso
a la producción en masa.
En 1733 John Kay patentó un telar con lanzadera volante que
permitía duplicar la capacidad de tejido de los artesanos ingleses.
Si ya antes eran necesarias cinco o seis personas hilando para mantener
ocupado a un tejedor con los nuevos telares aumentó de manera
notable la demanda de hilo. Hasta entonces el proceso de hilado se
realizaba con la rueca o con el torno de hilar: el trabajador con
sus manos o accionando un pedal hace girar una rueda que mueve un
único huso donde se va enrollando el hilo.
Ante la nueva demanda de hilo la respuesta sería la máquina
hiladora spinning jenny que multiplicaba la capacidad de los hiladores,
aunque aún utilizaba como energía la fuerza humana de
los trabajadores.
Pero probablemente el salto a un sistema industrial se dio con la
invención de una máquina hiladora que utilizaba como
fuerza motriz el agua, la llamada water frame patentada por Richard
Arkwright. Este invento exigía la concentración de numerosas
máquinas y obreros trabajando a jornada completa bajo el techo
de un edificio situado junto a una potente corriente de agua: Arkwright
puede ser considerado el creador de la primera fábrica moderna.
En pocos años este sistema de fábricas habrá
sustituido al hasta entonces mayoritario sistema doméstico.
La mecanización del hilado pronto puso de manifiesto sus ventajas
(Texto) y, a pesar de que muchos trabajadores observaban las nuevas
máquinas con desconfianza e iniciaron las primeras protestas
obreras, pues pensaban que les quitaban sus puestos de trabajo; en
los últimos veinte años del siglo XVIII se emprendieran
intentos por mecanizar otras labores textiles como el tejido. El paso
más importante se dará con la puesta en marcha de los
primeros telares mecánicos movidos con máquina de vapor.
Ya hacia 1785 Cartwright había patentado un telar mecánico
movido por fuerza hidráulica. En los años siguientes,
varios inventores perfeccionaran este telar al que conseguirán
aplicar la fuerza del vapor de una forma eficiente. Hacia 1800 una
frenética carrera se ha iniciado en Gran Bretaña que
hará surgir cientos de fábricas donde máquinas
movidas con la energía del vapor hilan y tejen.
La historia de las invenciones en la industria textil arroja luz sobre
el nuevo mundo que surge con la industrialización: cuando un
invento mejora la productividad de una rama de la industria, inmediatamente
se hace sentir la necesidad en otras ramas para responder a la nueva
demanda.
La industria siderúrgica
La industria siderúrgica es con la textil básica para
entender la industrialización de Gran Bretaña. El desarrollo
de este sector es posterior al textil. La siderurgia era ya desde
hacía siglos una importante actividad en Gran Bretaña,
aunque su futuro estaba amenazado por la progresiva escasez de carbón
vegetal: el creciente uso doméstico de madera, la construcción
de las flotas y la propia siderurgia estaban a punto de acabar con
los bosques británicos.
En este contexto resultaron fundamentales los trabajos de pioneros
como Darby que consiguió en los primeros años del siglo
XVIII la producción de hierro utilizando carbón mineral.
El hierro resultante era de escasa calidad, pero a lo largo del siglo
se fueron introduciendo mejoras que mejorarán su calidad y
desplazará el uso de hierro producido con carbón vegetal.
El hierro irá sustituyendo a la madera en herramientas agrícolas,
estructuras de edificios, piezas de máquinas, herramientas
artesanales... La utilización de carbón mineral tendrá
otro efecto: si hasta entonces la producción de hierro estaba
dispersa por la campiña inglesa en forma de pequeñas
forjas, ahora se construirán grandes complejos en la cercanía
de las minas de carbón inglesas y del sur de Gales. La tendencia
a la creación de grandes factorías (factory system)
es aún más acentuado que en el caso de la industria
textil.
Algunos datos sobre la producción de hierro pueden ilustrar
el enorme crecimiento de este sector, y así, si en 1720 la
producción de hierro era de 25.000 toneladas en 1796 ya ascendía
a 125.000, y en 1850 ya pasaba de 2.500.000 toneladas. En 1.851 para
albergar la Primera Exposición Universal celebrada en Londres
se construyó el Crystal Palace, fabricado íntegramente
de hierro y vidrio.
Símbolo de los nuevos tiempos es la construcción en
Coalbrookdale (finalizado en 1779) del primer puente fabricado íntegramente
con hierro. Sin el hierro (y pronto el acero) de buena calidad y barato
producido en las nuevas factorías británicas hubiese
sido imposible el desarrollo de la máquina de vapor de Watt,
los raíles ferroviarios y las locomotoras, los cascos de los
modernos barcos de vapor...
7. Los cambios sociales
El crecimiento demográfico.
Aunque la industrialización va a producir enormes transformaciones
en la sociedad británica como el crecimiento de la llamada
clase burguesa, o el éxodo rural producto de la revolución
agraria, sin embargo quizá los dos fenómenos sociales
más dignos de estudio sean el espectacular crecimiento demográfico
y el nacimiento de una nueva y masiva clase trabajadora formada por
los obreros de las nuevas industrias.
La industrialización va a provocar un crecimiento de la población
sin precedentes en la historia de la humanidad conocido como la Revolución
Demográfica. Los cambios en la industria, la agricultura y
los transportes produjeron un aumento espectacular de la riqueza (que
se traduce fundamentalmente en una mejor alimentación) que
se reflejó en un crecimiento notable de la población
que servirá para multiplicar los habitantes de Europa en muy
pocos años e incluso para poblar con emigrantes otros continentes.
La disminución de algunas de las más temibles epidemias
que habían azotado Europa durante siglos, ciertas mejoras sanitarias
e higiénicas ( como el descubrimiento de la primera vacuna
por el doctor Edward Jenner en 1796 que protegía contra la
viruela) y, sobre todo, una mejor alimentación con el fin de
las crisis de subsistencia, están entre las causas de ese crecimiento
demográfico. Este aumento de la población fuerte y sostenido
explica el enorme crecimiento de las ciudades británicas a
lo largo de los siglos XVIII y XIX.
Las condiciones de vida de los obreros
Precisamente en algunas de estas ciudades el crecimiento rápido,
desordenado y sin criterios surgirán enormes suburbios superpoblados,
sucios y conflictivos donde las epidemias de tifus o cólera
se convierten en algo habitual. Estos suburbios surgían muchas
veces en torno a una fábrica: estaban formados por los barracones
donde vivían los operarios de esa fábrica.
Sin entrar en el conocido debate de si la industrialización
mejoró o empeoró las condiciones de vida de los trabajadores,
si que puede intentarse describir las situación en la que vivían
estos obreros, que puede calificarse en general como muy mala, así
como sus condiciones laborales habría que describirlas como
espantosas: fábricas sucias, húmedas, oscuras, poco
ventiladas y ruidosas (condiciones causadas por la presencia en ellas
de las máquinas de vapor y por la nula preocupación
de los patrones por las condiciones laborales de sus empleados). En
estas fábricas poco sanas y peligrosas era habitual que sus
obreros pasasen de doce a catorce horas diarias, trabajándose
incluso sábados en jornada completa, y domingos hasta mediodía.
La concentración de obreros en las fábricas es la que
hace posible que estos trabajadores tomen conciencia de su situación
y vean que mediante acciones colectivas podrían tratar de mejorar
sus condiciones de vida. El factory system se encuentra por tanto
en el origen del movimiento obrero.
La industrialización impulsó también el trabajo
de mujeres y niños de muy corta edad, pues si antes en muchos
oficios la fuerza del trabajador era un factor clave, ahora la fuerza
la realizan las máquinas. Los empresarios fomentaron el trabajo
infantil y femenino porque mujeres y niños recibían
salarios dos y tres veces inferiores a los de los hombres. Los niños
fueron empleados en la industria textil, en las minas, en la industria
siderúrgica: durante el siglo XVIII no hubo normas que regulasen
el empleo infantil. Para hacerse una idea de las dimensiones alcanzadas
por esta explotación basta con citar la existencia de una ley
del parlamente británico que en 1833 (The Factory Act, 1833)
dejaba la jornada laboral de los niños de nueve a trece años
en "sólo" nueve horas diarias, y de trece a dieciocho
años el trabajo estaba fijado en diez horas y media (la jornada
duraba para ellos doce horas, pero con hora y media reservada para
las comidas). Todavía en 1.891, una ley que pretendía
luchar contra abusos en la explotación infantil se limitó
a elevar la edad mínima de trabajo de los diez a los once años.
De hecho, apenas se detectan preocupaciones sociales durante la segunda
mitad del siglo XVIII pues estas condiciones se aceptan como normales.
Ya en el siglo XIX investigaciones parlamentarias, protestas sindicales
o conocidos relatos como los de Dickens en Tiempos Difíciles,
pusieron de manifiesto la dureza de la vida de los obreros industriales.
Protestas obreras.
Aunque desde los inicios de la industrialización se registra
una notable oposición de los obreros artesanos a la introducción
de máquinas, las primeras formas de protesta obrera se detectan
en Gran Bretaña en la segunda década del siglo XIX cuando
surge el conocido Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre que deriva
de un personaje real o inventado, un obrero, Ned Ludd, cabecilla de
este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la destrucción
de la maquinaria, y que pronto se extenderá por varios condados
de Inglaterra donde la industria textil se había convertido
en la principal manufactura. Las Guerras Napoleónicas de años
posteriores hicieron saltar en varias ocasiones nuevas protestas luditas.
El llamado Movimiento Cartista supone una versión más
organizada del Movimiento Obrero y que se desarrolla entre 1837 y
mediados del siglo XIX. Debe su nombre a la denominada Carta del Pueblo,
documento que llegó a conseguir la firma de cientos de miles
de obreros y que era una petición elevada al Parlamento en
la que se pedía el Sufragio Universal, el voto secreto, la
igualdad en el valor de los votos... En definitiva, revelaba el deseo
de democratización del sistema político británico:
el movimiento obrero desea participar en el juego político
y desde ahí mediante la presentación de leyes en el
Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales.
Desde mediados de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza
progresivamente, aunque paradójicamente, en años posteriores,
el Parlamento Británico adoptará la mayor parte de las
peticiones recogidas en la Carta del Pueblo.
Hay que recordar que la legislación británica (leyes
aprobadas en 1.799 y 1800) prohibía de una forma terminante
la formación de asociaciones obreras, pues se consideraba que
estas asociaciones chocaban con el espíritu del liberalismo
económico: debía ser el mercado quien fijase los salarios
y no la presión de los sindicatos.
Pero a pesar de estos obstáculos legales surgieron diversas
formas de asociacionismo obrero sostenidas por las cuotas que pagaban
los trabajadores y que pretendían, ante todo, ofrecer protección
para los asociados en caso de accidente o enfermedad. A partir de
1.824 las leyes británicas autorizan el asociacionismo obrero
que darán origen a lo que podemos considerar los primeros sindicatos
de obreros, las llamadas Trade Unions en las que, en principio se
unían los trabajadores con un mismo oficio en una localidad.
En los años treinta esas asociaciones profesionales y locales
se irán uniendo entre sí hasta formar enormes asociaciones
que a mediados de siglo agrupaban a cientos de miles de obreros británicos
de todos los oficios. La huelga, la negociación colectiva pacífica
y, cuando lo permitan las leyes electorales, la participación
en política, serán los instrumentos de los que se valdrá
el sindicalismo británico para mejorar las condiciones de vida
de los trabajadores.
Este temprano desarrollo del sindicalismo en Gran Bretaña es
el causante probablemente del escaso éxito que tendrán
las nuevas ideologías obreras revolucionarias (el marxismo
y el anarquismo) que están naciendo a mediados del siglo XIX.
Cuando Marx (líder del socialismo) y Bakunin (líder
anarquista) funden la Asociación Internacional de Trabajadores
(A.I.T.) en Londres, ésta tendrá un éxito importante
en países como Francia y Alemania, mientras que en Gran Bretaña
(país donde se fundó) nunca pudo competir con las Trade
Unions.
8. Glosario
Revolución neolítica: se entiende por revolución
neolítica un importante cambio por el cual, tras millones de
años de caza, pesca y recolección; la humanidad comenzó
a practicar actividades agropecuarias. Sus comienzos pueden rastrearse
hace unos diez mil años. La agricultura y la ganadería
serán las principales fuentes de riqueza hasta que a partir
del siglo XVIII en algunos países la industria pase a ser la
actividad fundamental.
Sistema doméstico: los trabajadores, en muchos casos campesinos
que se dedicaban a estas actividades textiles durante los meses en
los que escasean las labores agrarias, recibían las materias
primas de un intermediario, trabajaban en su casa (donde no era muy
complicado tener una rueca para hilar o un telar donde tejer) y devolvían
los artículos manufacturados al intermediario que les pagaba
por el trabajo realizado.
Estamentos: grupo social típico del Antiguo Régimen
basado en las diferencias jurídicas, lo que comportaba una
enorme desigualdad social entre los miembros de los distintos grupos
o estamentos. Tradicionalmente se distinguías tres estamentos:
la nobleza, el clero ("privilegiados") y el tercer estado
(el pueblo). Los estamentos privilegiados eran muy cerrados, y estaba
claro que se pertenecía a ellos por herencia (la nobleza hereditaria).
El gobierno, los cargos judiciales, los mandos del ejército
y los altos cargos eclesiásticos estaban generalmente reservados
a quienes pertenecían a la nobleza. El estamento es, por tanto,
característico de una sociedad cuyo rasgo fundamental es la
desigualdad ante la ley.
Monarquía liberal: sistema político que, a diferencia
de la monarquía absoluta en la cual el rey dispone de todos
los poderes y ningún organismo limita su autoridad, los poderes
del monarca se ven recortados por la existencia de un Parlamento elegido
por votación y por la publicación de una Constitución
cuyas disposiciones legales se encuentran por encima de los poderes
reales. Las revoluciones sucedidas en Gran Bretaña en el siglo
XVII, la sucedida en Francia en 1789 y las que se darán en
otros países europeos en los siglos XIX y XX instalarán
en buena parte de Europa este sistema de gobierno.
Factory System: con el desarrollo de máquinas cada vez más
complejas, grandes, costosas y necesitadas de fuentes de energía
masivas como corrientes de agua o, posteriormente, la máquina
de vapor comenzó el principio del fin del Sistema Doméstico.
Para rentabilizar esas máquinas resultaba más barato
concentrar bajo un mismo techo (la fábrica) a muchos obreros.
Comienza la época de las grandes factorías que, con
sus chimeneas humeantes y sus masas de obreros trabajando simbolizan
la industrialización. Crece la importancia del empresario,
el dueño del capital que aumenta su control sobre la producción,
sobre las jornadas y ritmos de trabajo, las técnicas utilizadas,
las inversiones...
Crisis de subsistencia: desequilibrio económico periódico
que sacudía a las poblaciones a causa de la irregularidad de
las cosechas. Cuando se producía una mala cosecha inmediatamente
se iniciaba una sucesión de acontecimientos: escasez de alimentos,
subida de precios y hambre. La consecuencia final era un aumento espectacular
de la mortalidad que en unos pocos meses podía terminar con
el crecimiento de la población de varios años. Estas
crisis son características de la época preindustrial.
Liberalismo económico: teoría económica cuyo
presupuesto fundamental es que la libertad a la hora de producir e
intercambiar bienes es la base del desarrollo económico. El
liberalismo económico tal como lo definió Adam Smith
en su obra La Riqueza de las Naciones (1776) considera inconveniente
cualquier intervención del Estado en asuntos económicos.
Es la teoría del "laissez-faire": los gobiernos no
deben intervenir ni para regular la labor de los empresarios, ni fijar
aranceles para el comercio exterior, ni regular las relaciones entre
obreros y empresarios... Es una teoría que cree en la bondad
del individualismo: todo hombre que trata de satisfacer sus deseos
de riqueza, si es dejado en completa libertad por parte del estado
en esta tarea, acaba por contribuir al provecho de toda la sociedad.
Es la "mano invisible" del mercado la que conduce a la más
correcta utilización de nuestros recursos materiales para conseguir
el máximo bienestar social.
Rotación
de cultivos: técnica agrícola que se basa en la alternancia
entre los cultivos plantados de un año a otro como medio de
conservación del suelo. Normalmente conllevaba que una parte
de la tierra se dejaba en descanso (barbecho). En el siglo XVIII se
ensaya con rotaciones de cultivos que permiten un aprovechamiento
intensivo: donde antes se dejaban tierras en barbecho ahora se siembran
leguminosas, que aportan nitrógeno a la tierra que en años
posteriores se sembrará de cereal. Algunos de estos cultivos
en rotación no producen para el consumo humano directo (como
la alfalfa o los nabos), pero sirven para incrementar la producción
ganadera: la carne, la leche o la mantequilla serán pronto
asequibles para el conjunto de la población.
Revolución Demográfica: se entiende por revolución
demográfica el enorme cambio sufrido por la humanidad desde
el siglo XVIII, cuando tras miles de años de un crecimiento
muy lento, inferior al 0,1 % anual y sometido además a constantes
retrocesos (guerras, epidemias, catástrofes...), la población
humana empezó a crecer a ritmos hasta veinte veces más
rápido que lo había hecho hasta entonces y, además,
de una forma sostenida. Los progresos en el conocimiento científico,
la agricultura, la industria y la medicina, entre otros factores hicieron
posible ese crecimiento que llevó a la población mundial
a pasar de poco más de 500 millones en el año 1700,
a 2500 millones en 1950. En apenas tres siglos la población
del mundo se quintuplicó.
La spinning jenny, máquina de hilar que permite el manejo de
varios husos, lo que multiplica la capacidad de hilado del trabajador.
Es un invento del inglés James Hargreaves, quien la patentó
en 1764. Sigue siendo una máquina que utiliza la energía
humana pero mucho más productivamente: antes el trabajador
movía la rueda para accionar un sólo huso.
La water frame debe ser considerada como un invento que supone un
enorme salto cualitativo. Hasta entonces las máquinas de hilar
(como la spinning jenny) se limitaban a ser una versión mejorada
de los antiguos tornos de hilar: necesitaban la fuerza humana como
energía y la presencia de un trabajador muy especializado.
Arkwright consideró la utilización de caballos para
mover su máquina hasta que en 1771 se decidió por crear
una factoría en Cromford aprovechando la corriente del río.
Una gran fábrica llena de máquinas hiladoras movidas
por energía hidráulica que requerían mano de
obra no muy especializada: un sistema que se extenderá por
toda la geografía británica y que se utilizará
en otras actividades textiles y pronto en otros sectores manufactureros.
Es por tanto, la invención de una maquinaria que precisa enormes
cantidades de energía la que llevará a la industria
a concentrarse en grandes fábricas (factory system).
Barbecho: se trata de una antigua práctica agraria que consistía
en dejar una parte de las tierras de labor sin cultivar. El campesino
dividía su propiedad en varias hojas e iba rotando en ellas
los cultivos y el trozo que se dejaba sin sembrar ("en barbecho").
Es típico de una agricultura poco productiva y que no disponía
ni de abonos orgánicos por la escasa cantidad de ganado disponible
ni de fertilizantes de otro tipo. En tierras profundas y fértiles
la tierra solía estar un año en descanso, en tierras
menos fértiles el barbecho podía durar dos o más
años en la rotación. Su eliminación con la utilización
masiva de abonos es uno de los rasgos básicos de la llamada
revolución agraria.
La máquina de vapor supone el mayor logro tecnológico
del siglo XVIII y es la piedra angular del desarrollo de la revolución
industrial en Gran Bretaña. Ya en 1705 el inventor Thomas Newcomen
patentó un modelo de máquina de vapor para bombear el
agua que se infiltraba en las explotaciones mineras. Se trataba de
un simple cilindro en el que se introducía vapor de agua que
impulsaba el pistón hacia arriba. Después el cilindro
era rociado con agua fría y la presión atmosférica
impulsaba el pistón hacia abajo. El hecho de tener que enfriar
y calentar el cilindro para cada movimiento hacía que la máquina
de Newcomen fuese muy ineficiente y solo tuviese éxito para
achicar agua en las minas de carbón donde el combustible era
casi gratis. A partir de 1763 James Watt, introducirá importantísimas
mejoras como añadir un condensador separado del cilindro que
evitaba las enormes pérdidas de energía de la máquina
de Newcomen. En los años siguientes Watt introducirá
numerosas innovaciones en sus patentes destacando entre estas la adición
de un cigüeñal y una rueda para conseguir un movimiento
rotatorio que posibilitará su aplicación en las fábricas,
el ferrocarril y la navegación en los últimos años
del siglo XVIII y los primeros del XIX. A mediados del siglo XIX la
potencia de trabajo instalada en forma de máquinas de vapor
era ya, en Gran Bretaña, superior a la fuerza humana de todos
los obreros británicos. Se había entrado de lleno en
la era de la mecanización.
A
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