El resultado de
la actual organización territorial es un entramado regional
con fuertes contrastes: superficiales, demográficos, económicos
y sociales.
Diferencias
de extensión
Las comunidades españolas presentan grandes diferencias en
su extensión. Así, frente a siete Comunidades Autónomas
uniprovinciales como, por ejemplo, Baleares, cuya superficie apenas
supone un 1 % del territorio nacional, aparecen otras diez integradas
por varias provincias. El caso más destacado es Castilla y
León que, con nueve provincias y casi un tercio de los municipios
españoles, es la comunidad más extensa: ocupa casi el
20 % de la superficie total.
Desequilibrios
demográficos
Se observan también importantes disparidades demográficas
entre unas comunidades y otras. A grandes rasgos, existe una clara
diferenciación entre las regiones del interior, por un lado,
y las regiones litorales, insulares y Madrid, por otro; y también
entre las regiones de la mitad norte y las de la mitad sur del país.
La
desigual distribución espacial de la población
Tradicionalmente, la población se ha repartido de modo desigual
sobre el territorio. Esos desequilibrios interterritoriales se manifiestan
a tres niveles:
En primer lugar, es evidente el desigual peso demográfico de
unas comunidades y otras, tanto en términos absolutos como
relativos. Cuatro comunidades (Andalucía, Cataluña,
Madrid y la Comunidad Valenciana), que ocupan tan sólo la sexta
parte del territorio, concentran el 56 % de la población española.
Por contra, otras cuatro comunidades (Castilla y León, Castilla
La Mancha, Aragón y Extremadura), que comprenden algo más
de la mitad de la superficie nacional, sólo albergan el 16
% de la población.
Desde la perspectiva de la densidad, también hay fuertes desequilibrios.
Así, dejando aparte Ceuta y Melilla por su condición
de Ciudades Autónomas, Madrid es la comunidad más densamente
poblada (637 hab./km') y Castilla La Mancha la que presenta una menor
densidad (22 hab./kffl2).
También hay grandes disparidades a escala provincial. A grandes
rasgos, las provincias interiores han perdido población frente
a las provincias litorales, insulares y Madrid, más dinámicas
económicamente. Así, frente a provincias como Soria
o Teruel, con densidades inferiores a 10 hab/ kilómetro cuadrado,
hay otras como Madrid o Barcelona que superan los 600 hab./Kilómetro
cuadrado.
Y dentro de cada provincia, existen grandes diferencias internas como
consecuencia del proceso de urbanización. El peso de las ciudades
capitales de provincia es, generalmente, notable. El caso más
espectacular es Vitoria, que concentra al 75 % de los alaveses. Otro
ejemplo es Zaragoza, que reúne al 71 % de la población
de su provincia y al 51 % de los aragoneses.
Un
crecimiento natural contrastado
Los movimientos naturales han influido en los desequilibrios interterritoriales.
Así, pese al proceso general de envejecimiento demográfico,
se pueden diferenciar dos grandes conjuntos:
Las comunidades con crecimiento natural negativo, que, en general,
se sitúan en la mitad norte del país. Asturias, Galicia,
Castilla y León, Aragón y Cantabria presentan los mayores
saldos negativos, superiores al 3 %. En estas regiones la tasa de
natalidad es inferior al promedio nacional y la de mortalidad superior
a la media, debido al envejecimiento de la población.
Las comunidades con crecimiento natural positivo se concentran, sobre
todo, en la mitad sur de España. Las comunidades de Canarias,
Región de Murcia, Madrid y Andalucía presentan saldos
superiores al 2 %; las ciudades de Ceuta y Melilla superan el 6,5
%. Esto se debe al mantenimiento de una población joven y a
la inmigración.
La
influencia de la dinámica migratoria
Tradicionalmente, las migraciones han acentuado los desequilibrios
interterritoriales. Sin embargo, actualmente asistimos a una ralentización
del éxodo rural y, en general, de las migraciones interiores,
por la falta de expectativas de empleo en las áreas urbanas.
La mayor parte de los desplazamientos interiores tienen como destino
las provincias litorales e insulares. También está teniendo
lugar el regreso de numerosas personas desde las ciudades a sus localidades
de origen, tras la jubilación.
Por otra parte, hoy día España se ha convertido en un
país receptor de inmigrantes procedentes, sobre todo, del norte
de África, América Latina y Europa oriental.
Contrastes
en el desarrollo
Las diferencias entre comunidades no son sólo de tamaño
y volumen de población. Entre unas Comunidades Autónomas
y otras existen, además, importantes desequilibrios sociales
y económicos.
Esas desigualdades se manifiestan fundamentalmente a través
del análisis del Producto Interior Bruto (PIB) y de su contribución
al total nacional. También hay que tener en cuenta la estructura
de la producción de cada comunidad, es decir, estudiar qué
sector eco¬nómico es más significativo (primario,
secundario o terciario) y, a su vez, analizar las tasas de actividad
y desempleo de cada uno.
También hay que tener en cuenta otros indicadores como, por
ejemplo, la dotación en infraestructuras y equipamientos sociales
(sanitarios, educativos, culturales, deportivos, etc.).
Los
desequilibrios heredados
La existencia de importantes contrastes económicos entre unas
comunidades y otras no es un hecho reciente. Las desigualdades se
remontan a finales del siglo XIX, en estrecha relación con
el proceso de industrialización, pero se acentuaron y consolidaron
a partir de los años cincuenta y sesenta del siglo XX debido
a la política de desarrollo económico que tendió
a polarizarse en sólo tres regiones españolas: Cataluña,
País Vasco y Madrid.
Los desequilibrios regionales han continuado en las últimas
décadas, si bien con algunos matices en relación con
el,pasado, debido a la crisis de los años setenta. Así
por ejemplo, hoy día las regiones de la cornisa cantábrica
ya no se encuentran entre las más dinámicas de España,
mientras que se han consolidado como ejes dinámicos Madrid,
las regiones del litoral mediterráneo y el Valle del Ebro,
si bien con importantes contrastes intrarregionales.
Los
contrastes de producción y de renta
Existen importantes desequilibrios interterritoriales en cuanto al
volumen y la distribución de la producción.
Así por ejemplo, dejando aparte el caso de Ceuta y Melilla
por su condición de Ciudades Autónomas, Cataluña
y la Comunidad de Madrid representan más de un tercio de la
producción interior; y si tenemos en cuenta también
la aportación de Andalucía y la Comunidad Valenciana,
las otras dos regiones más significadas por su valor, el porcentaje
se eleva hasta el 55 %. Es decir, cuatro Comunidades Autónomas
concentran más de la mitad del PIB de España.
Por contra, la aportación a¡ PIB de las restantes comunidades,
salvo el País Vasco, es interior en mayor o menor grado a la
media nacional.
A su vez, dentro de cada una de las Comunidades Autónomas se
observan también grandes disparidades internas. Las provincias
más significadas coinciden, generalmente, con las comunidades
más ricas. A ellas tan sólo habría que añadir
algunas provincias, como, por ejemplo, Burgos y Valladolid en Castilla
y León, cuya contribución es superior a la de su correspondiente
comunidad. De igual forma, las provincias más deprimidas suelen
situarse en las regiones cuya contribución al PIB es escasa.
Igualmente, los contrastes se manifiestan de forma evidente dentro
de cada una de las provincias españolas, sobre todo entre la
capital y el medio rural.
El valor absoluto de la producción no permite, sin embargo,
conocer el nivel de vida de la población, ya que éste
se halla muy condicionado por el tamaño de cada región.
El grado de desarrolló económico se mide más
ajustadamente a través del nivel de producción por habitante.
De este modo, teniendo en cuenta el binomio producción población,
Cataluña y Madrid siguen significándose, pero ya no
aparece Andalucía; ello se debe a que el valor de la producción
andaluza está muy relacionado con su extensión y con
su peso demográfico. Destacan, sin embargo, otras comunidades
que no lo hacían anteriormente, tales como la Comunidad Foral
de Navarra, Baleares, País Vasco, La Rioja y Aragón,
cuyos valores del PIB por habitante son, como en el ca¬so de Cataluña
y Madrid, superiores a la media española. Las regiones interiores
y del sur, sobre todo Andalucía, Galicia, Extremadura y la
Región de Murcia presentan los valores más bajos. El
PIB por habitante de la región más rica, la Comunidad
de Madrid, es más del doble del de la más pobre, Extremadura.
Los contrastes de riqueza y desarrollo entre unas comunidades y otras
responden a la estructura productiva dominante en cada una de ellas,
fruto a su vez de la evolución seguida por su economía.
Es evidente que, en líneas generales, y sin olvidar las enormes
desigualdades superficiales y demográficas entre unas regiones
y otras, coinciden las Comunidades Autónomas más desarrolladas
con aquellas en que la actividad industrial tiene importancia y el
sector terciario presenta un fuerte peso, sobre todo los servicios
prestados a la producción y al turismo. Por contra, las comunidades
menos desarrolladas se co¬rresponden con aquellas en las que existen
estructuras productivas un tanto tradicionales, es decir, en las que
el sector primario ocupa un lugar destacado. Aunque también
hay que tener en cuenta que ha habido fuertes modificaciones en el
sector primario, sobre todo en los aprovechamientos agrarios e industrialización
agroalimentaria.
De este modo, y siguiendo este esquema general, las comunidades con
mayor especialización agropesquera coinciden con las comunidades
menos desarrolladas, como son Castilla y León, Castilla La
Mancha, Extremadura, Región de Murcia, Galicia, La Rioja, Aragón
y Andalucía.
Espacios
centrales y espacios periféricos
Generalizando, se puede afirmar que en España existen regiones
centrales y regiones periféricas.
Madrid y, en menor medida, Cataluña son regiones centrales.
Se trata de las comunidades más dinámicas económicamente;
tienen una industria muy diversificada y concentran las actividades
de servicios más avanzadas: finanzas, servicios a las empresas,
Administración, etc. Estas regiones se reservan las unidades
de producción estratégicas y la tecnología más
avanzada, y las sedes sociales con la capacidad de decisión,
gestión, control e innovación.
El resto de las regiones españolas se consideran periféricas
o semiperiféricas. Pueden presentar un mayor o menor grado
de dinamismo económico, pero en ningún caso actúan
como áreas centrales.
No es, por tanto, cuestión de mayor o menor PIB por habitante.
Así por ejemplo, Baleares es una de las comunidades con una
renta por habitante superior a la media nacional; sin embargo, es
evidente que no puede ser considerada como una región central.
Desequilibrios
sociales
Además de los contrastes mencionados anteriormente, existen
otros desequilibrios entre unas comunidades y otras, por ejemplo en
cuanto a las dotaciones de infraestructuras (transportes y comunicaciones
... ) y de equipamientos (sanitarios, educativos, culturales, deportivos,
zonas verdes ... ).
En este sentido, y a pesar de lo que pueda parecernos, las desigualdades
regionales son todavía enormes. Si analizamos, por ejemplo,
los recursos sanitarios, tenemos que en Cataluña existen más
de 200 centros hospitalarios, con un total de 33.000 camas instaladas
en ellos, mientras que en Extremadura este tipo de establecimientos
es la décima parte y cuentan con poco más de 4.000 camas.
Y por lo que se refiere a los recursos educativos, observamos que
frente a los 119 centros específicos de Educación Especial
existentes en Cataluña, en Extremadura sólo hay 17.
Estas diferencias de dotaciones en infraestructuras y equipamientos
entre unas regiones y otras han jugado un papel decisivo en los niveles
de desarrollo y han sido uno de los factores de generación
de otros desequilibrios. Las comunidades con densas redes ferroviarias,
de carreteras y autopistas, de telecomunicaciones y de información,
con buenos servicios educativos, sanitarios, etc., demuestran mayor
desarrollo y se hallan en mejor posición que las regiones con
infraestructuras y equipamientos escasos, desorganizados o anticuados.
Otra manifestación de los desequilibrios sociales interterritoriales
es la diferente extensión del fenómeno de la «pobreza
económica», entendiendo como pobres todas aquellas familias
y personas cuya renta se sitúa por debajo del 50 % de la renta
media neta disponible en España. Así, observamos que
la proporción de hogares pobres es menor en las regiones situadas
en el norte de España, fundamentalmente en la Comunidad Foral
de Navarra, País Vasco y La Rioja. Por el contrario, las tasas
más altas de familias y personas en situación de pobreza
se dan en las comunidades del sur (Extremadura, Andalucía,
Ceuta y Melilla) y en Canarias; a nivel provincial, destacan algunas
provincias fronterizas con Portugal, tales como Badajoz, Cáceres,
Zamora, Ourense, etcétera. Los casos más graves de pobreza,
sin embargo, se concentran en las áreas urbanas.
La
política regional, nacional y comunitaria
Los desequilibrios
espaciales constituyen un grave problema en España. Por ello,
se han desarrollado políticas correctoras desde hace décadas.
La integración de España en la UE representa un nuevo
punto de referencia en los desequilibrios interterritoriales.
La
política nacional: El Fondo de Compensación interterritorial
FCI
La toma de conciencia de la existencia de fuertes disparidades en
el grado de desarrollo de las regiones españolas motivó
en el pasado la puesta en marcha de actuaciones tendentes a corregirlas.
Así por ejemplo, en los años cincuenta del siglo XX,
entraron en funcionamiento algunos Planes de Desarrollo Provincial
y Comarcal. Además, en aquella década y las siguientes
se aplicaron medidas sectoriales, destinadas a promover el desarrollo
de actividades concretas, que tuvieron una gran trascendencia espacial;
fue el caso, entre otras, de las políticas de colonización
y puesta en regadío en áreas rurales, o el establecimiento
de Polos de Desarrollo Industrial.
El artículo 158 de la Constitución dispone que, con
el fin de corregir los desequilibrios económicos entre las
regiones y hacer efectivo el principio de solidaridad reconocido en
el artículo 2 , se constituirá un fondo de compensación
con destino a gastos de inversión, cuyos recursos serán
distribuidos por las Cortes Generales entre las comunidades. Es el
Fondo de Compensación Interterritorial (FCI), creado en 1990.
Los
Fondos Estructurales
La política regional ha sido objeto de inquietud en la UE desde
1975, año en que se creó el Fondo Europeo de Desarrollo
Regional (FEDER). Sin embargo, no tuvo trascendencia hasta la reforma
de los Fondos Estructurales en 1988, con la declaración de
los cinco objetivos prioritarios. Desde entonces, España viene
recibiendo ayudas con cargo a estos Fondos para promover el desarrollo
regional.
Debido a su bajo nivel de renta, la mayoría de las comunidades
españolas han sido calificadas como regiones de Objetivo 1
(regiones menos desarrolladas); el resto se consideran como Objetivo
2 (áreas industriales en declive), o bien Objetivo 5b (espacios
rurales de regiones industriales). Esto les permite recibir un importante
volumen de recursos comunitarios.
Las ayudas de los Fondos Estructurales se asignan por periodos plurianuales.
Para cada etapa, la Administración española presenta
un Plan de Desarrollo Regional (PDR), en el que se establecen las
líneas de actuación más importantes. Cuando estos
planes se aprueban en Bruselas, se elabora el llamado Marco Comunitario
de Apoyo (MCA), donde se recogen, desglosadas, las líneas de
inversión que se van a desarrollar, así como los presupuestos
definitivos asignados a cada una.
En el MCA 1994 1999, más de los dos tercios de estas ayudas
se destinaron a las regiones con menor nivel de renta o regiones de
Objetivo 1. Por comunidades, las más beneficiadas han sido
Andalucía, seguida, de lejos, por Castina La Mancha y Castina
y León. La mayor parte de las inversiones se han destinado
a la mejora de infraestructuras de transporte, a la promoción
de actividades productivas (industriales y de servicios, particularmente
los turísticos), y también a la mejora de la preparación
formativa y profesional de la población.
Para el periodo 2000 2006 si los Fondos Estructurales han sido de
195.000 millones de euros los recursos disponibles para España
fueron más de 40.000 millones, es decir, más del 20
% del presupuesto total.
El
Fondo de Cohesión
En 1993 se constituyó en el seno de la UE el Fondo de Cohesión,
destinado a promover la convergencia económica y monetaria
de los países más atrasados.
España es, junto a Grecia, Irlanda y Portugal, uno de los cuatro
países beneficiarios del Fondo de Cohesión. En los últimos
años, a nuestro país se le ha destinado más del
50 % de los recursos procedentes de este Fondo, cuyos porcentajes
para el periodo 2000 2006 se han cifrado en más del 60 %.
Con este dinero se financian obras de suministro de agua, acondicionamiento
de cauces, repoblación forestal, etc. y una buena parte del
sistema de autopistas Y autovías, así como de la red
ferroviaria principal.
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