EL SIGLO XX. ESPAÑA

 

 

 


1. REINADO DE ALFONSO XIII

El largo reinado de Alfonso XIII (1902 1931) se divide en tres periodos: a) Mantenimiento del sistema canovista (de 1902 hasta 1917), b) La crisis del parlamentarismo (1917 1923) y c) La dictadura de Primo de Rivera (1923 1930).

Mantenimiento de gran parte del sistema canovista (1902 1917)

El reinado se iniciaba en 1902 como una continuación del sistema canovista con la supervivencia de la alternancia pacífica de los partidos políticos, el conservador, dirigido por Maura, y el liberal, presidido por Canalejas. Es un momento de «regeneracionismo» político representado por Silvela, que aseguraba que España se había quedado sin pulso, Maura, partidario de llevar a cabo la revolución desde arriba, o Costa que identificaba el sistema como oligarquía y caciquismo. Los conflictos sociales crecieron a causa de la crisis económica provocada por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y porque el poder central era abiertamente contestado desde el País Vasco por Sabino Arana y desde Cataluña por Prat de la Riba, Cambó y la Lliga Regionalista».

Aunque a la primera década se la denomina maurista, Maura gobernó solo en dos momentos, 1903 1904 y 1907 1909, promoviendo la “revolución desde arriba” con las reformas de la ley de administración local (introdujo cierta autonomía en los municipios), la ley electoral (potenció la participación popular en las elecciones con el sufragio obligatorio, era universal desde 1890, poniendo fin al sistema caciquil, junto a la ley de huelgas, la ley de emigración y el descanso dominical.

Se nota la desaparición de grandes figuras de la política, y los sucesores de los dirigentes decimonónicos tanto en el partido conservador como en el partido liberal carecían del aura y de la capacidad, por lo que no podían desarrollar largos períodos de gobierno ni generar estabilidad para el país. Entre 1905 y 1907 hubo siete presidentes de gobierno: Azcárraga, Villaverde, Montero Ríos, Moret, López Domínguez, Moret de nuevo y Aguilar.

La Conferencia de Algeciras (1906) dividió en dos zonas de protectorado a Marruecos, una francesa y otra española; a partir de ese momento el problema marroquí será arriesgado por el considerable y continuo envío de soldados para defenderlas plazas españolas.

Tras el desconcierto político volvió al poder, en 1907, el partido conservador con Antonio Maura que pretendió imponer orden y reformar el sistema electoral para erradicar el caciquismo; a estas propuestas se opusieron enérgicamente los liberales por considerarlas autoritarias. En el mismo año 1907 el grupo político Solidaridad Catalana tenía muchos seguidores que abarcaban a ideologías desde las republicanas alas carlistas, presagiando protestas masivas contra el gobierno central. En julio de 1909 estalló en Marruecos el conflicto con los españoles cuando los rifeños atacaron construcciones del ferrocarril. Para frenar el conflicto el gobierno envió tropas y movilizó a los reservistas. El 26 de julio de 1909 se inició en Barcelona una huelga general en protesta por la
movilización de reservistas para la guerra del Rif. La hostilidad hacia la guerra, el anticentralismo y el anticlericalismo estallaron violentamente en la Semana Trágica de Barcelona, con más de un centenar de muertos y más de sesenta conventos e iglesias saqueados e incendiados; la explosión de ira fue sofocada con la enérgica intervención del ejército. El gobierno Maura reaccionó con firmeza, hizo juzgar en consejo de guerra a los responsables, culminando con la condena a muerte del anarquista Ferrer y Guardia
(creador a principios de siglo de la Escuela Moderna en Barcelona), que tuvo gran repercusión nacional e internacional, obligando a dimitir a Maura, sustituido por Segismundo Moret, liberal, que se vio obligado a dimitir al año siguiente.

Entre 1910 y 1912 el gobierno liberal de Canalejas acalló las manifestaciones anticlericales con la ley del candado prohibiendo la entrada en España de nuevas órdenes religiosas y, en consecuencia, rompiendo relaciones con la Santa Sede. El enfrentamiento con la iglesiay con la clase obrera a raíz de la huelga ferroviaria de 1912, no disminuyó la buena representación para salvaguardar los intereses españoles en Marruecos (1911) durante la intervención de alemanes y franceses, con la negociación del tratado hispano francés delimitando las respectivas zonas de influencia. Sin tiempo para consolidarlas reformas, Canalejas fue asesinado el 12 de noviembre de 1912.

La muerte de Canalejas evidenciaba la desintegración del partido liberal con Romanones o García Prieto y la del partido conservador con Dato o Sánchez Guerra. El bipartidismo desapareció sin haber podido dar una solución a los acuciantes problemas económicos, sociales, religiosos, regionales y militares. Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, España permaneció neutral con los inconvenientes de la subida de precios, el aislamiento de las potencias intervinientes cuando terminase la guerra o el establecimiento en territorio español de desertores y espías extranjeros, y, a la vez, con los beneficios económicos inmediatos, porque se vendía toda clase de género a los beligerantes, en la banca, minería, siderurgia, astilleros, papel, frutas y verduras; las empresas que suministraban a los países en guerra se enriquecieron rápidamente, el producto era de baja calidad y será imposible reajustar estas empresas cuando haya finalizado el conflicto.

Crisis del parlamentarismo

El segundo periodo del reinado de Alfonso XIII, La crisis de el parlamentarismo, se inició en 1917, año clave en la historia mundial por la repercusión de la revolución rusa, que en España se manifestó en el triple descontento militar, político y social. La inquietud
en el seno del ejército, partidario del sistema de ascensos por escala cerrada y contrario a la seguida por el ministerio con proliferación de favoritismos, desencadenó la creación de lasjuntas de defensa para preservar los intereses castrenses. Casi al mismo tiempo Cambó, en representación de la burguesía catalana, pidió la convocatoria de Cortes, exigiendo cambios en la estructura política del país, potenciando una asamblea de parlamentarios. Desde finales de julio de 1917 comenzó un amplio movimiento social que culminó con la huelga general revolucionaria de agosto, motivada por la subida de precios a un ritmo superior al de los salarios, empeorando las condiciones de vida. La huelga revolucionaria dirigida por la Unión General de Trabajadores (UGT), socialista, y la Confederación Nacional de¡ Trabajo (CNT), anarquista (fundada en 1910), fue aplastada por el ejército; militares y parlamentarios optaron por pactar con la monarquía gobiernos de concentración con intervención de todos los partidos políticos.

La grave crisis de 1917 se solucionó con un gobierno de coalición presidido por García Prieto (1917 1918), relevado por una unión nacional dirigida por Maura (1918), pero el sistema político español navegaba sin rumbo llevado por la crisis permanente. En 1918 volvieron a gobernar los liberales primero con García Prieto y luego con Romanones que no supo frenar a los militares catalanes cuando expulsaron a las autoridades civiles por lo que dimitió dejando paso en 1919 a los conservadores de Maura, relevado a los tres meses por Dato que fue asesinado en 1921. Las consecuencias del final de la guerra mundial para España fueron la paralización del comercio, el hundimiento de la industria y la ruina de la agricultura, con el incremento de miles de parados, la extrema violencia entre proletarios y patronos y el crecimiento de la agitación republicana y obrerista, seguidores en gran parte de las ideas de la Tercera Internacional Obrera, ideada por Lenin y Stalin, cuya meta era crear un partido único mundial capaz de dirigir la revolución en los países capitalistas europeos.

Junto a la crisis del Estado, las revoluciones sociales y el desconcierto de las juntas militares, en el año 1921 sobrevino el desastre militar de Annual (Marruecos), en el que el ejército español sufrió un serio descalabro frente a las emboscadas de las cábilas marroquíes, poniendo de manifiesto la desorganización militar, política y económica del país; ante este deterioro un gobierno fuerte impuesto por Miguel Primo de Rivera (1923), capitán general de Cataluña, puso fin al sistema parlamentario. De los cuatro pilares del sistema canovista, rey, parlamento, constitución y tumo de partidos, solo quedaba uno, la monarquía, en situación dificultosa.

La dictadura de Primo de Rivera

El rey, el ejército, la iglesia, la burguesía catalana, los radicales y los socialistas aceptaron el golpe militar que dio paso a la dictadura de Primo de Rivera (1923 1930), que había hecho público un manifiesto sobre la necesidad de rechazar los inestables gobiernos civiles y dar una solución al caos en el que España estaba inmersa. Estos años de paz coincidieron con la expansión económica más importante en lo que iba de siglo. Miguel Primo de Rivera gobernó primero con un directorio militar (1923 1925), pronto transformado en directorio civil (1925 1930), suprimió el parlamento y la libertad de reunión, asociación, prensa e imprenta, garantizó la paz pública, impuso una rígida censura de prensa, disolvió la CNT, anuló la Mancomunidad de Cataluña, resolvió el problema de las huelgas revolucionarias, pacificó el protectorado de Marruecos tras el desembarco de Alhucemas (1925) y concluyó la larga guerra de Marruecos, en 1926 creó la Unión Patriótica con la finalidad de convertirla en partido único y La Asamblea Nacional (1927), representación corporativa y estamental, en sustitución de las Cortes.

La política económica de la dictadura favoreció la afluencia de capitales extranjeros, superávit de la Hacienda, hizo inversiones públicas con emisiones de Deuda pública, creó monopolios oficiales como la CAMPSA, estableció confederaciones hidrográficas para la planificación del regadío y de la energía hidroeléctrica, mejoró la red de carreteras, electrificó los ferrocarriles y recuperó la exportación de minerales yde agrios. La dictadura fue protestada desde 1927 por los políticos que deseaban recuperar su papel y sus intereses, por intelectuales, profesores y estudiantes universitarios, por periódicos y periodistas, por los nacionalistas catalanes, por la FAI (Federación Anarquista Ibérica, nacida de la clandestina CNT). La Alianza Republicana reunía a personalidades tan significativas como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Manuel Azaña y Juan Negrín. En 1928 el PSOE pasó a la oposición.

La crisis económica mundial, el crac de la Bolsa de Nueva York de 1929, paralizó las obras públicas creciendo el paro, las tensiones sociales y la Deuda. La mala situación económica, la hostilidad de los intelectuales, las reservas de algunos de los colaboradores del dictador, como Calvo Sotelo que dimitió, las reticencias de Alfonso XIII contra el gobierno que generaba continua oposición obligaron a Primo de Rivera, ya sin apoyo del ejército ni del rey, a presentar su dimisión en enero de 1930.

Al dimitir Primo de Rivera, Alfonso XIII encargó el gobierno al general Berenguer con el mandato de restablecer el régimen constitucional. Pero cada vez era mayor el grupo de antimonárquicos, integrado por socialistas, anarquistas, CNT, UGT, intelectuales, estudiantes, obreros, catalanistas y, en general, políticos de diversas tendencias que en agosto de 1930 firmaron el Pacto de San Sebastián para implantar el régimen republicano.

En diciembre de 1930 militares conspiradores realizaron dos intentos de sublevación de carácter republicano, en Jaca y en Cuatro Vientos, fracasados. Berenguer dimitió, sustituido por un gobierno de concentración, dirigido por Juan Bautista Aznar, que convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Los resultados electorales fueron favorables a la monarquía, aunque en las grandes ciudades triunfaron los candidatos de la coalición republicano socialista, en Barcelona Esquerra Republicana venció a la Lliga y en Madrid un Comité revolucionario, presidido por Niceto Alcalá Zamora, asaltó el ministerio de Gobernación, se convirtió en gobierno provisional, exigió la abdicación y expatriación del rey y convocó elecciones a Cortes constituyentes (14 de abril). En Barcelona Maciá proclamó la república catalana dentro de la república federal española. El monarca no abdicó pero, al no quedarle otra alternativa, decidió abandonar el país, instaurándose el 14 de abril de 1931 la Segunda República española.

2. LA SEGUNDA REPÚBLICA

El 14 de abril de 1931 el Comité revolucionario, integrado por Lerroux, Femández de los Ríos, Azaña, Casares Quiroga y Largo Caballero designó a Niceto Alcalá Zamora presidente del gobierno provisional de la república, compuesto por socialistas, radicales, republicanos y catalanistas. Este gobierno fue acogido con una gran esperanza e ilusión, pronto seguida de un ambiente violento. La convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes para junio de 1931 dio la mayoría a los partidos socialistas y republicanos: Partido Socialista Obrero Español (PSOE, con Besteiro, Prieto y Largo Caballero, secretario general de la UGT), Acción Republicana (posteriormente llamada Izquierda Republicana, fundada por Azaña) y el Partido Radical Socialista (creado por Marcelino Domingo en 1929). Los tres períodos de la II República (1931 1939), que supusieron una brusca politización de la sociedad, fueron, en primer lugar el bienio reformista (1931 1933), en segundo el bienio conservador (1933 1936) y, por último, el Frente Popular (1936).

El bienio izquierdista

La primera etapa de la república se extendió desde julio de 1931 a finales de 1933, las figuras más representativas fueron Alcalá Zamora, presidente de la república, y Azaña, jefe de gobierno y líder del partido político Acción Republicana.

La Constitución, aprobada en diciembre de 1931, implantó el sufragio universal con derecho al voto femenino, la responsabilidad ministerial, el Tribunal de garantías frente a irregularidades constitucionales, la libertad de expresión, asociación, reunión y la libertad religiosa. Respetaba la propiedad privada aunque podía ser expropiada en caso de necesidad pública, principalmente la tierra, las minas, los ferrocarriles y los bancos. Aprobó el matrimonio civil y el divorcio. La Constitución definía el Parlamento unicameral, la Cámara de los diputados, mientras en todo el mundo occidental predominaba el bicameralismo.

El gobierno Azaña llevó a cabo un programa de reformas entre las que destacan la religiosa, la militar, la regional y la agraria. La separación de la Iglesia y el Estado significó la congelación del presupuesto del clero y la ¿confiscación de los bienes, la disolución de algunas órdenes religiosas como la Compañía de Jesús, la secularización de los cementerios y la prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas. Todo esto, junto a los numerosos conventos quemados por incontrolados, provocó la ruptura de relaciones entre la Iglesia y el Estado. Quizá lo que más contribuyó a cambiar el clima político en tomo al nuevo régimen fue la quema de conventos comenzada el 11 de mayo de 193 1, con un saldo de cientos de edificios religiosos destruidos; ante la imagen de la España incendiaria protestaron intelectuales como Gregorio Marañón, José Ortegay Gasset y Ramón Pérez de Ayala.

Azaña realizó la reforma de¡ ejército para conseguir una depuración pacífica de militares monárquicos, suprimió los cargos de capitán general o teniente general y redujo el número de unidades. Ofreció una retirada voluntaria a la que se acogieron unos diez mil con lo que la república se aseguró la lealtad, al menos teórica, del ejército. Diversas disposiciones legales facilitaron el paso de la suboficialidad a la oficialidad. Frente a la guardia civil se crearon los «guardias de asalto», fuerza republicana escogida.


Respecto al problema de las nacionalidades la Constitución reconocía la autonomía de las regiones dentro de la unidad de España. Los catalanes aprobaron por mayoría del noventa por ciento el Estatuto de autonomía, ratificado por las Cortes (1932). Con el Estatuto, Cataluña gozaba de gobierno propio, la Generalitat, presidida por Maciá, Parlamento, economía, justicia, cultura y presupuesto; el catalán se consideraba idioma cooficial, Cataluña era autónoma en todo excepto en relaciones exteriores, orden público y ejército. El Partido Nacionalista Vasco y las regiones gallega, andaluza y valenciana solicitaron la tramitación de estatutos de autonomía pero las divisiones internas existentes hicieron inviable su desarrollo.

El cambio más importante fue el promovido por la ley de Reforma Agraria aplicada en las regiones de latifundio (Andalucía, Extremadura, la Mancha, Toledo y Salamanca), consistente en la expropiación de tierras no cultivadas directamente por sus dueños, que pasaban a ser propiedad del Instituto de Reforma Agraria. El Instituto las transfería a los comités provinciales y estos las entregaban en usufructo a comunidades de campesinos para su explotación colectiva o individual. El plan fracasó por la oposición de los terratenientes expropiados, por el malestar de los campesinos que no se adaptaban al colectivismo, porque preferían la propiedad al usufructo, por la lentitud burocrática, de los asentamientos (el plan preveía asentar a sesenta mil familias anuales cuando a finales de 1933 habían sido establecidos menos de doce mil campesinos). El paro campesino y obrero continuaba aumentando con el descontento de las masas populares, calmadas por la UGT y movilizadas por la CNT, que desembocó en sucesos violentos y sangrientos como los de Castilblanco y Casas Viejas, el último duramente reprimido por los guardias de asalto. El fracaso de la reforma agraria tuvo consecuencias graves para la coalición gobernante, porque los campesinos llegaron a la conclusión de que la única solución era realizar la revolución. Por su parte los propietarios veían que sus tierras se desvalorizaban con el objetivo de ser expropiadas.

A mediados de 1933 el desencanto y descontento social y económico hizo perder la confianza en el gobierno de republicanos de izquierda y socialistas. Azaña dimitió (septiembre de 1933) a causa de la oposición del parlamento a su gestión, por lo que el presidente Alcalá Zamora confió la formación de un nuevo gobierno encargado de convocar nuevas elecciones.

El bienio conservador

En las elecciones de noviembre de 1933 radicales y cedistas elaboraron un programa que incluía la reforma de la Constitución de 1931 sobretodo en lo referente ala cuestión religiosa y la protección de intereses económicos, especialmente los agrícolas. El electorado reaccionó contra el gobierno de izquierdas dando la mayoría a los dos partidos conservadores: la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) fundada por José María Gil Robles y el centrista Partido Radical, dirigido por Alejandro Lerroux.

Para llevar a cabo su programa, Lerroux inició la reforma de la Constitución y de la Ley Agraria, la defensa del catolicismo y el estudio de las expropiaciones realizadas por el anterior gobierno. A la nobleza le fueron devueltas las tierras confiscadas. En lo referente al tema religioso se intentó limar el malestar de la Iglesia con la dotación de] clero rural, entregándoles la mitad de lo estipulado en el sueldo base del último año del bienio azañista, en relación con sus años de sacerdocio. Respecto al problema con el Vaticano hubo un intento de realizar el Concordato con la Santa Sede. Esto provocó una reacción de la oposición manifiesta en amplios movimientos de protesta, cada vez más radicalizados, dirigidos por anarquistas en Extremadura y Aragón y por los socialistas de la UGT, que optarán por la línea revolucionaria de Largo Caballero e Indalecio Prieto.

En octubre de 1934 se produjo un amplio movimiento de protesta en Cataluña y en Asturias. En Cataluña existía fuerte tensión entre los propietarios de tierras y los rabassaires (o rabassa morta, arrendatarios que disponían de la tierra hasta la muerte de las cepas), a los que la Generalitat apoyaba en sus reivindicaciones permitiéndoles el acceso a la propiedad de las tierras arrendadas. Una parte de los propietarios catalanes acudió al Tribunal de Garantías Constitucionales que declaró la ley de contratos de cultivo inconstitucional, pero la Generalitat no acató la decisión. Lluís Companys, presidente de la Generalitat, impulsó la revolución, de carácter autonómico, junto a la UGT y los comunistas (la CNT no participó), proclamando el Estado catalán dentro de la República federal, pero el ejército dominó la insurrección. En Asturias UGT y CNT habían pactado una unión para abolir a la burguesía, los mineros se lanzaron a la revolución armada, el 5 de octubre, dirigidos por socialistas, comunistas y anarquistas, tomaron Mieres y Oviedo durante dos semanas; para sofocar la «comuna asturiana» intervino violentamente el ejército del norte de África.

Desde octubre el gobierno de Gil Robles suspendió la reforma agraria votando una nueva ley que privilegiaba a los terratenientes, razón por la que los campesinos votarían en las próximas elecciones a partidos de izquierda. La crisis económica junto a los escándalos financieros en que se vio envuelto el partido radical (como el del estraperlo) llegaron a desintegrar la coalición radical-cedista, en 1935 había tenido como jefes de gobierno a Joaquín Chapaprieta y Manuel Portela Valladares, éste último intentó crear un nuevo partido político de centro. Ante la negativa de Gil Robles a aceptar el gabinete propuesto por Portela, el presidente de la república, Alcalá Zamora, disolvió las Cortes convocando elecciones para febrero de 1936. El bienio se caracterizó por el imposible entendimiento entre radicales y cedistas y porque la izquierda no aceptó los resultados electorales de 1933.

El Frente Popular

Desde finales de 1935 la izquierda se unió, para preparar las elecciones, en una gran coalición de partidos radicalizados el Frente Popular, ideado por Azaña integrado por republicanos, socialistas, comunistas (Partido Comunista de España), anarquistas y trotskistas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). En el socialismo existían tres corrientes diferentes, la de Francisco Largo Caballero, llamado el Lenin español, con propaganda revolucionaria partidaria de romper la colaboración con la democracia burguesa, era la que más seguidores tenía, la de Julián Besteiro que condenaba la revolución violenta y la de Indalecio Prieto, partidario de una amplia alianza entre republicanos.

En el extremo político, la derecha se dividió en la CEDA, la Falange Española (fundada por José Antonio Primo de Rivera en 1933) y las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, fundadas por Ramiro Ledesma Ramos en 1931), fusionadas posteriormente.

En las elecciones de febrero de 1936 triunfó el Frente Popular y Azaña fue el encargado de formar gobierno. En el mes de mayo las Cortes destituyeron a Alcalá Zamora, nombrando a Manuel Azaña nuevo presidente, sustituido en la jefatura de gobierno por Santiago Casares Quiroga. La crisis económica, que en el resto del mundo occidental había remitido, en España seguía inmersa en un agudo proceso, con más de millón y medio de obreros en paro. Los conflictos sociales se multiplicaban en los núcleos rurales y urbanos; en el campo con las ocupaciones de tierras y en las ciudades con enfrentamientos callejeros entre grupos de falangistas y milicias obreras, luchas internas entre socialistas y anarquistas, quemas de iglesias, con grave deterioro del orden público denunciado en el Parlamento por José Calvo Sotelo.

Las Cortes decretaron la reforma agraria dando validez legal a la ocupación de tierras por campesinos, la amnistía para los presos de octubre de 1934, la sustitución de la enseñanza religiosa por la estatal, la devolución de las facultades políticas a la Generalitat y la autonomía al País Vasco. La revolución social preconizada por Largo Caballero, que consideraba cercano el nuevo orden social, comenzó a dividir a los partidos coaligados de izquierda, mientras los partidos de centro y derecha, entre ellos la Falange, ganaban seguidores. Conspiraban contra el Frente Popular tanto las fuerzas sindicales de izquierda pretendiendo la conquista completa del poder, como las derechas representadas por la Falange y algunos generales de prestigio (Mola, Goded y Franco). En estas circunstancias el asesinato del político derechista Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936 por guardias de asalto, para vengar la muerte del republicano Castillo, precipitó el levantamiento militar.

3. LA GUERRA CIVIL (1936 1939)

La guerra civil fue la conclusión trágica, violenta y cruel de los errores acumulados desde 1931 a 1936 por la falta de diálogo entre los políticos de izquierda y de derecha, agudizados a partir de las elecciones de febrero de 1936. Excepto una ínfima minoría de ciudadanos, que pudo exiliarse, la casi totalidad de la población civil se vio obligada a intervenir en favor de uno u otro bando, con los problemas que esto conllevará a corto y largo plazo.

La rebelión comenzada por los nacionales tomó como bandera la lucha contra el antimilitarismo, el anticentralismo y el anticlericalismo del gobierno republicano del Frente Popular; las fuerzas favorables a los nacionales fueron los militares, la Falange Española y de las JONS, los requetés, la iglesia y amplios sectores de clases medias, campesinos medios y obreros del alto Duero y alto Ebro. La conspiración, nunca se pensó en una guerra civil sino en un régimen dictatorial que impusiese orden social, fue organizada por los generales Mola, Goded, Queipo de Llano, Cabanellas y Franco.

Ante los permanentes rumores del inminente golpe militar el gobierno del Frente Popular se había preparado confiando los mandos superiores del ejército a personas fieles al régimen, se habían efectuado traslados de militares (Goded a Baleares, Mola a Pamplona y Franco a Canarias). En la zona republicana jugaron un papel significativo los partidos políticos de izquierda, los militares leales a la república, las masas obreras organizadas en los sindicatos UGT, CNT y FAI, junto a los comunistas del Partido Comunista de España (fundado en 1921 al escindirse del socialista) y los comunistas trotskistas del POUM.

El 17 de julio de 1936 los militares desde Canarias y Marruecos, al mando del general Franco, iniciaron la sublevación, extendida a partir del 18 de julio a la península, propagándose rápidamente en Sevilla, Córdoba, Salamanca, Aragón, Navarra, Baleares (excepto Menorca), Galicia y Oviedo dejando el país dividido en dos zonas irreconciliables, la nacional y la republicana. Las fuerzas de ambos bandos estaban equilibradas, aunque el gobierno del Frente Popular dominaba la flota, las capitales más importantes del país, la industria y las reservas de oro del Banco de España. Ni el gobierno de Casares Quiroga ni el de Martínez Barrio entregaron armas a la población civil, pero el gabinete presidido por Giral el 19 de julio procedió al reparto de armas. En la zona dominada por el Frente Popular, autodenominada republicana, durante el desarrollo de la guerra estalló una revolución de signo político, militar y económico; la política la dirigían unas juntas regionales semejantes a los cantones que se repartían el poder y elaboraban normas sin tener en cuenta al resto del país; las milicias populares planificaban la acción bélica sin la disciplina castrense por lo que con frecuencia sus acciones eran ineficaces; desde el punto de vista económico los anarquistas, secundados por comunistas y socialistas, colectivizaron la propiedad en el campo andaluz y en la industria catalana, reduciéndose considerablemente la producción.

La guerra española se intemacionalizó a pesar del comité de «no intervención» de Francia e Inglaterra. Los nacionales recibieron ayuda de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler y los republicanos contaron con la cooperación de la URSS de Stalin y la presencia de las Brigadas internacionales, voluntarios de diversos países, muchos de ideología marxista, con marcado sentimiento antifascista. El objetivo de los sublevados era terminarpronto la guerraocupando Madrid, para lo cual avanzó desdeel norte Mola y, desde el sur Franco que sometió Extremadura y Toledo. Madrid, cercada desde noviembre, resistirá numerosos asedios que irremediablemente prolongarán la guerra fratricida.

En 1937 los nacionales tomaron las ciudades industriales del norte (Bilbao, con los bombardeos alemanes de Guernica, Santander, Gijón) y en el sur Málaga y Granada. Las ofensivas republicanas de Brunete (julio) en Madrid y de Belchite (agosto) en Aragón no frenaron el avance de las tropas enemigas. En 1938 tras recuperar Teruel los nacionales avanzan hasta el Mediterráneo separando Cataluña del resto del territorio republicano al conquistar la desembocadura del Ebro y Castellón. En febrero de 1939, roto definitivamente el frente republicano del Ebro, los nacionales concluyen la campaña de Cataluña; Menorca se rindió de inmediato. La caída de Cataluña significaba el final de la guerra o, al menos, así lo entendió el presidente de la República exiliado en Francia, Manuel Azaña, que presentó su dimisión; pero el gobierno de Juan Negrín no aceptó iniciar negociaciones. El 28 de marzo Madrid fue tomada y seguidamente Valencia, Alicante, Murcia y Almería. Franco dio por finalizada la contienda el 1 de abril de 1939.

La zona republicana sufrió considerables cambios durante los años de guerra. El gobierno, que pretendía dar una imagen de burguesía liberal, fue puesto en entredicho por los sindicatos impulsados por las milicias populares partidarias de la acción directa y por las experiencias de tipo cantonalista en Aragón. En 1936 las milicias se convirtieron en unidades regulares del ejército popular, con mucho entusiasmo pero con escasa eficacia militar. El jefe de gobierno Largo Caballero concedió en octubrede 1936 el estatuto de autonomía al País Vasco y, con motivo del asedio de Madrid, se trasladó a principios de noviembre a Valencia. Desde finales de 1936 creció la iniciativa comunista por la ayuda soviética provocando enfrentamientos ideológicos entre los republicanos; los comunistas eran partidarios de ganar la guerra y realizar posteriormente la revolución social mientras los anarquistas y los comunistas disidentes del POUM apoyaban los experimentos revolucionarios impulsados por ellos en Barcelona. Las empresas donde los dueños fueron declarados enemigos del régimen fueron incautadas por comités de obreros, en Cataluña se colectivizaron todas las que tenían más de cien obreros y las más pequeñas si lo decidía la mayoría de los obreros. Simultáneamente en el campo se aumentó la reforma agraria expropiando la tierra a quienes habían colaborado en la conspiración contra la República y entregándola a comunidades campesinas. En mayo de 1937el nuevo gobierno, presidido por Negrín (8 de mayo de 1937 a 1 de abril de 1939), reforzó la autoridad comunista, concluyó la desarticulación del POUM y hasta finales de año no consiguió termínar con las disputas intestinas republicanas, pero el desarrollo de la guerra era claramente favorable a los nacionales. Aunque en 1939 Negrín pretendió reorganizar la resistencia en Madrid ala espera de que algún acontecimiento internacional resolviera el conflicto ya resultaba una tarea imposible.

En la zona nacional el ejército jugó el papel preponderante en las acciones bélicas y en la vida política. El 1 de octubre de 1936 Franco fue nombrado en Burgos jefe de gobierno y generalísimo de los ejércitos. La configuración del ejército nacional fue fácil porque los generales ejercían el mando supremo, acatado por los voluntarios, muchos de procedencia falangista o carlista. Aunque hubo corrientes ideológicas distintas, prevaleció el sentimiento católico y antirrevolucionario, como se demostró en abril de 1937 cuando se decretó la unificación en un partido único de los falangistas y los tradicionalistas y fue cortada de raíz la protesta del sector falangista que dirigía Hedilla (sucesor de José Antonio Primo de Rivera, que había sido ejecutado en la cárcel de Alicante en noviembre de 1936). Las figuras más destacadas del gobierno nacionalista fueron Serrano Súñer y Femández Cuesta que, con el Fuero del Trabajo de marzo de 1938, potenciaron la propiedad privada, suprimieron los sindicatos creando en su lugar el sindicato vertical que agrupaba a patronos y obreros.

Tras casi tres años de guerra el país quedó devastado en el más amplio sentido de la palabra. En ambos bandos hubo mucho valor y heroísmo y en ambos se cometieron indescriptibles actos de violencia, tristemente frecuentes en las guerras civiles. En la zona republicana la violencia causó sus principales víctimas entre los curas, frailes, patronos, militares y militantes de partidos de derechas y en la zona nacional la represión se ejerció sobre políticos frentepopulistas, masones y profesores tildados de izquierdismo. Las pérdidas de la guerra fueron humanas, cerca de seiscientas mil personas, las más lamentables, y materiales en equipamiento industrial, infraestructura de comunicaciones, viviendas, agricultura, descenso del nivel de renta, falta de reservas de oro del Banco de España y endeudamiento contraído para pagar los gastos militares. La política represiva contra la masonería y el comunismo afectó a bastantes personas que durante años vivieron en cárceles. Otra pérdida para el país fue el exilio forzoso, de gran importancia numérica y cualitativa, de muchos republicanos que se dispersaron por Francia y América. Durante bastantes años quedarían sin cicatrizar los odios y las venganzas entre españoles.

4. EL RÉGIMEN DE FRANCO (1939 1975)

El país entró en un largo periodo de estabilidad política, marcado por la continuidad y el inmovilismo, conocido con la denominación de «franquismo» o de «dictadura franquista», muy alejado de las anteriores formas de gobierno de los siglos XIX y XX. La dictadura no totalitaria permitía un cierto pluralismo interno, ella misma se surtía de ideologías plurales, aunque mucho menos amplio que en los regímenes democráticos del los países más avanzados del occidente, en los que la libertad de expresión era esencial. Franco concentró en su persona el poder político durante 36 años, sin permitir el dominio de un partido político o de un estamento profesional militar.

La organización política evolucionó con los cambios en las relaciones internacionales. La desaparición del fascismo italiano y del nazismo alemán en la Segunda Guerra Mundial junto a la división del mundo en dos bloques por la Guerra Fría, influyeron en el acercamiento del régimen hacia las potencias liberales de Europa occidental, vencedoras en la guerra, y hacia la alianza con los Estados Unidos. Los cambios políticos fueron decisivos en el desarrollo de la economía haciendo de España, desde los años sesenta, uno de los países industrializados avanzados.

Postguerra y aislamiento internacional (1939 -1951)

Desde el Final de la guerra civil hasta los primeros años de la década de 1950 España, vivía en la penuria y la dificultad, con una economía autárquica y de intervencionismo estatal presidida por el racionamiento, sin materias primas imprescindibles como petróleo o caucho, sin capacidad de producción ni de comercio. Entre las medidas adoptadas para favorecer la penosa situación económica destacan la mejora de las explotaciones agrarias llevada a cabo por el Instituto Nacional de Colonización, la regulación de la producción decereales con la fundación del Servicio Nacional del trigo y el apoyo a la política industrial con la creación, en 1941, del Instituto Nacional de Industria (¡NI), que desarrolló un elevado número de industrias en diversas regiones.

En 1939 el régimen político de Franco, ayudado en la guerra civil por la Alemania nazi y la Italia fascista, nunca fue totalitario al estilo de los anteriores diferenciándolo el apoyo del Ejército, la Falange, la lgiesia, la alta burguesía, las clases medias y numerosos campesinos. El partido gobernante, la Falange, no influyó en la vida política, ni remotamente, como el Partido Nazí en Alemania o el Partido Fascista en Italia. El régimen español no era liberal como el de numerosos países europeos, era una democracia «orgánica», en la que las Cortes españolas (creadas en 1942) se asentaban en la representación de la familia, el municipio y el sindicato. La derrota de las potencias del Eje en la guerra mundial hizo peligrar el régimen, neutral en la guerra, desde el interior con la guerrilla organizada y desde el exterior con la condena internacional realizada por la ONU, bloqueando con esto las escasas perspectivas económicas y diplomáticas. Pero la guerra fría entre la URSS y los Estados Unidos afianzará el régimen, iniciándose el Fin del aislamiento y del bloqueo económico.
En 1945 se promulgó el Fuero de losEspañoles, texto fundamental de la normativa jurídica, y en 1947 la Ley de Sucesión constituyendo España en Reino, aprobada en referéndum. Esta ley atribuía a Franco la Jefatura del Estado con carácter vitalicio. Los acontecimientos que marcaron el cambio de actitud internacional atenuando el aislamiento, a partir de 1950, fueron la normalización de las relaciones diplomáticas entre España y las potencias occidentales, la aproximación de los Estados Unidos, la anulación por parte de la ONU de las sanciones contra España en 1950, la admisión en la FAO (195l), la presentación a la Santa Sede del proyecto del Concordato (marzo de 195 1) y la petición de ingreso en la UNESCO (noviembre de 195l).

Apertura al exterior (1951- 1959)

El pleno reconocimiento internacional del régimen y el apoyo a su permanencia (1951 1953) se consolidan en 1953 con la firma del Concordato con la Santa Sede y con los Acuerdos hispano norteamericanos sobre los créditos de la banca privada norteamericana, y el Pacto de Madrid con las tres vertientes de ayuda económica, ayuda para la defensa mutua y suministro de material bélico. España fue admitida en 1953 en la UNESCO y, en 1955, en la ONU.

En 1951 Franco formó nuevo gobierno dando el rango de ministro a Carrero Blanco, subsecretario de la Presidencia. Políticamente algunos ministerios eran de tendencia falangista (Muñoz Grandes, Girón y Fernández Cuesta) y otros de inclinación demócrata cristiana (Martín Artajo, Ruiz Jiménez). La desembocadura monárquica del régimen se preparó con la llegada del príncipe Juan Carlos de Borbón a estudiar a España.

La situación económica cambió comenzando un periodo de expansión industrial acelerada que provocó una inflación (1954 1956), manifiesta en el agotamiento de las divisas y en el alza de precios y salarios. Fue la época de las migraciones del campo a la ciudad, la polítíca de regadíos con la construcción de pantanos, el auge de la industria de la construcción y, debido ala crisis económica, la aparición de agitaciones sociales en 1956, circunscritas al ámbito universitario y obrero, fruto de la infiltración del Partido Comunista que desde el exilio mantenía sus células del interior; se intentó paliar el conflicto de las huelgas vascas, asturianas y catalanas con mejoras salariales y mejoras en las condiciones de trabajo. En 1956 Francia y España aceptaron la independencia de Marruecos evacuando la zona de protectorado que les correspondía a ambos países.

Para encauzar la crítica economía, en 1957 tecnócratas y economistas formarán nuevo gabinete ministerial que estableció medidas de ajuste, entre otras, congelación de salarios, preestabilización de precios y liberalización comercial conducentes al plan de estabilización de 1959. El ingreso en el Fondo Monetario Internacional (1958) fue una buena decisión en el marco de la política económica.

Desarrollo económico (1959 1973)

El Plan de Estabilización de 1959, propuesto por los ministros de Comercio y Hacienda, Ullastres y Navarro Rubio, respectivamente, se caracterizó por una serie de medidas que hicieron posible la competitividad en el exterior de la economía española alineada en el sistema monetario europeo, compatibilizando la estabilidad de los precios, el desarrollo económico y el equilibrio de la balanza de pagos. La mejora técnica, los bienes de equipo, la inversión de capital extranjero, las remesas de los emigrantes, las divisas dejadas por los turistas y la intensificación en el proceso industrializador integraron la economía española, desarrollada con sorprendente rapidez, en el capitalismo mundial colocándola, desde 1960, en el puesto de décima potencia industrial. La mayor actividad industrial se centraba en la siderurgia, el cemento y los materiales de construcción, la electricidad, los astilleros, los automóviles y los electrodomésticos. La renta por habitante o per cápita alcanzó cotas sin precedentes, próximas a las de los países más avanzados, aunque aún había mucha desigualdad social.

A partir de 1962, bajo la dirección de López Rodó, comisario del Plan de Desarrollo, se pusieron en marcha los planes de desarrollo, con carácter indicativo para el sector privado y vinculante para el público. Los planes pretendían favorecer las concentraciones de la producción creando polos de desarrollo en las regiones menos industrializadas, potenciando la reestructuración de la minería del carbón, la producción de energía eléctrica, la modernización de la siderurgia y del sector textil. El I Plan de Desarrollo (1964 - 1967) creó polos de promoción en Burgos y Huelva y polos de desarrollo industrial en La Coruña, Vigo, Zaragoza, Valladolid y Sevilla. El II Plan de Desarrollo (1968 197 1) impulsó los valles del Ebro y Guadalquivir, descongestionó Madrid sobre los valles del Henares y creó nuevos polos de desarrollo en Oviedo, Córdoba y Granada. El III Plan' (1972 1975) definió las zonas de preferente instalación industrial.

La evolución política no avanzó al ritmo de la económica. 1962 estuvo marcado por dos acontecimientos de signo más político que social: las huelgas en las regiones industriales del norte y la reunión en Munich de destacados miembros de la oposición a Franco (Gil Robles y Llopis), llamada despectivamente por la prensa, sujeta a censura, el «contubernio». Entre las medidas tomadas, tímidas, intentando ofrecer una imagen del régimen menos autoritaria destacan la Ley de Prensa (1966), con la que desaparece la censura previa, la de libertad religiosa (1967) a las confesiones no católicas, la Ley Orgánica (1966), que da disposiciones sobre la designación del presidente de gobierno, la composición de las Cortes incorporando el sector de los procuradores familiares. En 1969 fue proclamado sucesor a título de rey Juan Carlos de Borbón, contemplando una continuación ordenada del régimen.

Como en numerosos países occidentales el movimiento generacional de 1968 afectó ligeramente al régimen reavivando, a partir de ese año, la oposición al mismo por parte de grupos heterogéneos como eran el Partido Comunista, ETA, Comisiones Obreras, parte del clero que optó por posturas críticas ante la política, las universidades, fábricas y nacionalismos periféricos hicieron aumentar la conflictividad laboral y social. La contundencia de la respuesta policial a las numerosas huelgas en Asturias, Bilbao, Granada o Madrid en 1969, junto a los dictámenes del Tribunal de Orden Público que realizaba procesos arbitrarios, darían popularidad a la oposición.

El final del régimen (1973 1975)

1973 fue un año clave en el régimen franquista. Franco dejó de ser presidente de gobierno en junio de 1973 nombrando para este cargo a Luis Carrero Blanco, con el encargo de hacer pacíficamente la transición continuista del régimen. Pero la muerte del jefe de gobierno Carrero Blanco en diciembre de 1973, víctima del terrorismo de ETA, rompió la continuidad del régimen y reabrió numerosas opciones tanto reaccionarias como aperturistas.

La crisis económica producida por la subida del petróleo (1973), la agitación obrera intensificada a principios de 1974 por la subida de precios, el magnicidio de Carrero Blanco, la vejez de Franco y la timidez de las reformas del nuevo presidente de gobierno Carlos Arias Navarro, entre las que anunciaba reformas electorales aperturistas y la reforma sindical, hacían inviable la prolongación del sistema político. La oposición política, representada por las asociaciones y partidos políticos, moderados, centristas, socialistas y comunistas, aspiraba a la conquista del poder y reclamaba el establecimiento de la democracia. En 1974 se constituyó la Junta Democrática, controlada por el Partido Comunista de España, y en 1975 la Plataforma de Convergencia Democrática, cuyo principal soporte era el Partido Socialista Obrero Español.

Los atentados terroristas de ETA y del FRAP, debilitaron extraordinariamente el sistema político en 1975, hicieron que el gobierno promulgara y aplicara la ley antiterrorista, con el fusilamiento de cinco activistas, y las detenciones de militares integrados en la Junta Democrática. La muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), después de larga enfermedad, aceleró el proceso democratizador bajo el reinado de Juan Carlos 1.

5. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA


Desde el inicio de los años sesenta España había experimentado una transformación radical en economía, sociedad y cultura, consolidándose como país moderno; el proceso continuó después de la muerte de Franco, en parte a causa de las inversiones extranjeras y en parte como consecuencia del turismo.

A la muerte de Franco el gobierno, presidido por Arias Navarro, puso en marcha las previsiones sucesorias establecidas en 1969, siendo proclamado rey Juan Carlos 1 ante las Cortes y el Consejo del Reino (22 de noviembre de 1975). El reformismo inició una tímida apertura (reformas políticas, legalización de partidos excepto los comunistas ) incapaz de satisfacer las demandas de libertad, amnistía y autonomía exigidas por la opinión pública. Con la dimisión de Arias Navarro (1 de julio de 1976) el rey nombró jefe de gobiemo a Adolfo Suárez facilitando la transición hacia un régimen democrático con la aprobación en Cortes de la ley para la Reforma Política. La legalización del Partido Comunista y la plena libertad sindical, ahora con más fuerza que la que habían tenido durante la guerra civil, desmantelaron los principios del régimen de Franco.

Las primeras elecciones generales, celebradas el 15 de junio de 1977, dieron la mayoría a la Unión de Centro Democrático (UCD), formada por partidos de centro, socialdemócratas y liberales, liderada por Adolfo Suárez; los resultados electorales fueron: el 31,1 % a UCD, el 28,16% al PSOE, el 9,4% al PCE y el 8,5% a AP. También obtuvieron representación parlamentaria importante en sus respectivos territorios los movimientos nacionalistas, Convergencia i Unió en Cataluña y el Partido Nacionalista Vasco.

Las nuevas Cortes elaboraron la Constitución de 1978, no partidista, consensuada y aceptada por todos los partidos políticos, aprobada en referéndum y adaptable a la gobernación del Estado por fuerzas políticas diferentes. El Parlamento es bicameral, con el Congreso de Diputados y el Senado o cámara de representación territorial de las comunidades autónomas. En la organización política se estableció un Estado descentralizado autonómico, con 17 autonomías, de las que tres eran comunidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia). Socialmente fue significativa la ley del divorcio.

Adolfo Suárez permaneció en el poder cinco años. Como consecuencia de la crisis del petróleo aplicó un programa de austeridad económica que incluyó devaluación de la peseta y restricciones salariales. A partir de 1979 se pusieron de rnanifiesto tendencias diversas dentro de la UCD, que debilitaron al partido y a la autoridad de Suárez, quien, tras el intento involucionista fracasado del 23 de febrero de 1981, con el Congreso ocupado por guardias civiles, dimitió, cediendo el gobierno a Calvo Sotelo. El nuevo presidente de gobierno estuvo rodeado de circunstancias adversas como la desintegración de UCD, el ascenso de los partidos de izquierda y la crisis económica que no remitía.

Las elecciones generales de octubre de 1982 dieron la mayoría absoluta al PSOE, dirigido por Felipe González, jefe de gobierno ininterrumpidamente hasta 1996, que desde el inicio de su mandato optó por la tendencia moderada (ya en 1979 había logrado que el PSOE eliminara el marxismo en su programa). Una de las primeras decisiones polémicas fue la expropiación de Rumasa, que crearon dudas sobre la constitucionalidad de la medida, y la reprivatización posterior cuyos efectos negativos permanecerían durante bastantes años. Otra decisión de 1983, autorizada como la anterior por el Tribunal Constitucional, fue la ley del aborto.


En junio de 1985 España firmó el tratado de adhesión a la Comunidad Europea y, en 1986 se convocó el referéndum para la entrada plena en la OTAN, pese a que los socialistas tradicionalmente se habían orientado hacia el neutralismo, aproximando España al resto de los países del área europea occidental. Los problemas internos eran sin duda los más difíciles (terrorismo de ETA, bajo nivel de productividad. El gasto público se incrementó considerablemente, con alarmante endeudamiento ampliado cada año, la reconversión industrial generó paro alcanzando a bastante más del veinte por ciento de la población activa, superior en Extremadura y Andalucía, el más alto de los países del entorno europeo occidental, con los consiguientes problemas personales y familiares que implica. Junto al tráfico de influencias, las escuchas ilegales del CESID y el terrorismo de los GAL.
El «estado de bienestar» estaba representado en los presupuestos de tipo social: ampliación de las pensiones y de la seguridad social, viajes organizados para la tercera edad, entre otros.

En las elecciones de 1989, aunque el Partido Socialista Obrero Español consiguió mayoría absoluta por los votos de la población rural perdiendo la mayoría en las principales ciudades, se vislumbró un cambio de tendencia política en la oposición y de insatisfacción en la sociedad civil. A fines de 1990 la economía española entraba de lleno en la recesión. Finalizados los eventos de 1992 (Exposición Universal de Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona) el país se encontró con la balanza de pagos descompensada por el pasivo de los gastos, con más de tres millones y medio de parados, los salarios congelados, el consumo estancado, la cultura industrial o de producción en desuso frente al impulso dado desde el poder a la cultura especulativa y financiera. Alianza Popular, hasta 1989 dividida, se refundó en el Partido Popular, presidido por Fraga Iribarne y, desde 1990, por José María Aznar. El Partido Comunista, a consecuencia de los enfrentamientos internos, había obligado a dimitir a Santiago Carrillo; gran parte de los comunistas pasaron a engrosar las filas del PSOE y otros formarían Izquierda Unida.
En las elecciones de 1993, a pesar de la crisis interna del PSOE, de los problemas de corrupción del régimen (caso Guerra, caso Filesa) González consiguió un nuevo triunfo por mayoría simple. A pesar de la victoria, el PSOE mostraba signos de desgaste, el mismo que los sindicatos UGT, socialistas en relaciones tensas con el partido en el poder, y Comisiones Obreras, de influencia comunista distanciado de Izquierda Unida, que habían convocado huelgas durante las legislaturas socialistas.

Tras las elecciones de 1996 se hizo cargo del poder el Partido Popular, presidido por Aznar, conservando una importante presencia parlamentaria el PSOE, con sus líderes González y Almunia. La exigua mayoría del PP (38,8 %) les obligó a consensuar casi todas las leyes con los nacionalistas catalanes, vascos y canarios. Durante el mandato del Partido Popular el país alcanzó estabilidad política y prosperidad económica gracias en parte a la expansión de la economía mundial. El paro descendió por la creación de empleo, lograron la contención de la inflación, la reducción del déficit y del gasto público y la integración de la peseta en el euro. Desarrollaron la reforma fiscal reduciendo la presión fiscal en impuestos directos e indirectos, incentivaron el trabajo, la inversión y el ahorro, la financiación autonómica mediante la corresponsabilidad fiscal y la cesión de parte del IRPF, el control presupuestario del legislativo sobre los gastos del ejecutivo, la legislación sobre la abolición del servicio militar obligatorio creando un ejército profesional, y, sobre todo, el intento serio del fin de la violencia terrorista de ETA. Pese a las promesas de regeneración democrática aún no se ha cortado de raíz la corrupción, ni se hadesarrollado la ley definanciación de partidos necesaria en la lucha contra el tráfico de influencias, ni se ha reformado en profundidad el poder judicial, ni se ha puesto fin al despilfarro económico de las televisiones estatales y autonómicas. En la triple convocatoria de elecciones municipales, autonómicas y europeas del 13 de junio de 1999 el Partido Popular sacó mayoría, seguido a poca distancia del PSOE, que crece mientras Izquierda Unida desciende.


La cultura hasta 1939

Los primeros treinta y seis años del siglo XX fueron una etapa extraordinariamente fecunda, se denomina Edad de Plata, que continuó la renovación cultural iniciada en la centuria anterior. El impacto del desastre de 1898 influyó en el empuje dado a disciplinas tan variadas como las matemáticas con Eduardo Torroja o la medicina con Ramón y Cajal, premio Nobel en 1906. Pero fue la generación del 98, marcada por el pesimismo, la que marcó las pautas de la época con el tema de España, los valores, las ideas y el sentido de la vida como eje central, representada por Unamuno, Antonio Machado, Azorín, Pío Baroja, Valle Inclán, Ramiro de Maeztu o Jacinto Benavente.

A partir de la segunda década del siglo, los intelectuales se mostraron partidarios de conectar más con la cultura europea aunque nunca olvidaron la interrelación entre las manifestaciones culturales y las sociales y políticas; por esto intervinieron muchos de ellos en la vida pública oponiéndose abiertamente a Primo de Rivera. José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Américo Castro, Pérez de Ayala o Salvador de Madariaga propugnaban la idea de modernizar y europeizar España. La segunda República había contado con el apoyo previo de numerosos intelectuales, pero lentamente se fue produciendo un distanciamiento entre dirigentes políticos y representantes de la cultura. La postura más clara de colaboración y apartamiento de la política fue la de Ortega y Gasset, liberal partidario de que las minorías selectas gobernaran el país porque eran artífices del progreso histórico y cultural, director de la revista España, colaborador en el diario El Sol (1917), fundador de la Revista de Occidente (1923) y autor, entre otras obras, de la España invertebrada (1921) y La rebelión de las masas (1930), criticó la dictadura de Primo de Rivera y contribuyó a crear un ambiente favorable a la proclamación de la República con su célebre artículo El error Berenguer (1930). Sin embargo, pronto se mostró contrario a la orientación radical azañista porque Ortega defendía que los gobiernos liberales ampliaban las libertades, reducían la presión y formaban sociedades activas y productivas, por el contrario, los gobiernos con tendencias totalitarias provocaban la decadencia y la rebelión de las masas.

La Institución Libre de Enseñanza dirigida desde 1915 por M. B. Cossío, desempeñó un papel destacable en la formación intelectual y cultural de una pequeña minoría de jóvenes a través de la Residencia de Estudiantes, el Instituto Escuela y la Junta de Ampliación de Estudios. El principal modernista poético fue Juan Ramón Jiménez con Platero y yo y Diario de un poeta recién casado. La generación de 1927 aglutinó a un grupo de insignes poetas del que formaban parte, ente otros, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda y Miguel Hemández. La música española conoció un momento extraordinario con los compositores Joaquín Turina, Isaac Albeniz, Enrique Granados y Manuel de Falla.
La arquitectura del primer tercio del siglo XX tiene sus precedentes en el Modernismo de Gaudí. Un edificio típico del eclecticismo clásico es el Palacio de Comunicaciones de Madrid. La renovación arquitectónica española se originó desde 1930 con la creación del GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), constituido por Josep Lluís. Sert, J. Torres Clavé y Sixte Illescas en Barcelona, García Mercadal en Madrid y J.M. Aizpurúa en San Sebastián. Los principales edificios de los años treinta son el Dispensario Antituberculoso de Barcelona (1935, de Sert, Clavé y Subirana), el Hipódronzo de la Zarzuela deMadrid (1936, de Eduardo Torroja) y el Club Naútico de San Sebastián (1930, de Aizpurúa).

La tendencia escultórica cubista evolucionó con Pablo Gargallo y Julio González. Gargallo interpreta el hierro con finas placas recortadas o contorsionadas (El Profeta, La danzarina) y González domina la soldadura autógena en las figuras esquemáticas (Mujer peinándose, Hombre cactus). La tendencia escultórica orgánica de Ángel Ferrant crea relieves articulados con movimiento (Mediterránea, Móviles) y la de Alberto Sánchez desde 1926 introduce huecos en los estilizados volúmenes (El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella).
El pintor postimpresionista más destacado es Sorolla, con colores muy claros y luz luminosa, peculiares del mediterráneo valenciano (Paseo a orillas del niar, Niños en la playa), contemporáneo de los modernistas catalanes R. Casas, I. Novell. Las vanguardias españolas en Francia estaban representadas por Picasso, Gris, Dalí y Miró. La actividad artística más variada fue la de Pablo Ruiz Picasso con las etapas azul, rosa, cubista, neoclásica y expresionista; junto a Picasso las figuras de Juan Gris y, posteriormente, María Blanchard, constituyen una importante aportación al cubismo. Dalí y Miró se adhirieron plenamente al surrealismo, el primero de tendencia figurativa y el segundo abstracta. En tierras hispanas los principales pintores fueron Zuloaga y Gutiérrez Solana.

b) Cultura y arte desde 1939

Al finalizarla guerra civil gran número de intelectuales y artistas abandonaron el país para vivir en el exilio. En España el régimen político intentó poner las bases de una cultura entroncada con la tradición y el catolicismo, pero los resultados fueron tan pobres que antes de los años cincuenta apareció una cultura más crítica y original. En plena postguerra varias obras reflejaban la dramática situación heredada de la etapa de enfrentamiento bélico: La familia de Pascual Duarte(1 942) y La colmena (195 1) de Camilo José Cela, L.os hijos de la Ira (1944) de Dámaso Alonso, Sombra del Paraiso (1944) de Vicente Aleixandre, Nada (1945) de Carmen Laforet, La sombra del ciprés es alargada (1948) de Miguel Delibes y la Historia de una escalera (1949) de Buero Vallejo.

A mediados de los años cincuenta surgió un grupo de escritores afincados en Madrid entre los que destacan Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Jesús Femández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio (autor de El Jarama, 1956). Desde los años sesenta se abandona la tendencia de la novela social para orientarse a la psicología y la condición humana. En este nuevo realismo se encuadran las novelas de Luis Martín Santos Tiempo de silencio (1962), Juan Goytisolo Señas de identidad (1966), Miguel Delibes Cinco horas con Mario (1966).

La arquitectura de los años cuarenta es grandilocuente, ecléctica y está influenciada por el estilo clásico herreriano de El Escorial. El Ministerio del Aire, de Luis Gutiérrez Soto y el Valle de los Caídos son ejemplos de este estilo. En pintura y escultura sobresalen Zuloaga, Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana, Miró regresa de Francia en 1.940 , Dalí y Picasso, que permaneció en el exilio el resto de su vida.

En los años cincuenta Barcelona y Madrid son los dos focos de actividad artística. En 1948 Cuixart y Tápies formarian en Barcelona el grupo «Dau al Set»; el informalismo o expresionismo abstracto de Tápies es básicamente pintura matérica, con empleo de papel, cartón, madera, hierro, cuerda o arena. Paralelamente al movimiento catalán se desarrolla en Madrid, entre 1957 y 1960, el grupo El Paso en tomo a Antonio Saura, Rafael Canogar, Manolo Millares, Manuel Rivera, Pablo Serrano y Luis Feito.

Desde los años sesenta la arquitectura se renueva con las obras de Sáenz de Oiza en Madrid y Oriol Bohigas en Barcelona. Eduardo Chillida compone sus esculturas abstractas en hierro a partir de rectas y curvas monumentales. El pop art (arte popular) y el realismo crítico está representado por el «Equipo Crónica», Genovés y Canogar y el hiperrealismo por Antonio López García que reproduce objetos cotidianos y visiones urbanas.

Numerosos premios internacionales han sido concedidos a artistas y creadores españoles, entre otros sobresalen los cineastas Carlos Saura, José Luis Garci, Mario Camus o Pedro Almodóvar y el reconocimiento a la calidad literaria de Camilo José Cela con el Premio Nobel.

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